miércoles, 30 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 25

–Espero que no pensaras que estaba extralimitándome – murmuró ella, algo apagada de repente–. Me gusta trabajar para tí; es solo que…

–Es natural que pienses en el futuro –la interrumpió él–. Y me alegra saber que tienes grandes aspiraciones. Tienes mucho que ofrecer –lo alivió verla sonreír de nuevo–. Ya hablaremos de tu futuro en la empresa cuando las cosas se hayan calmado un poco.

Ella asintió. Pedro se sintió mal por no querer posponer esa conversación, pero no quería hablar de cosas en las que no quería pensar en ese momento, y menos cuando se suponía que habían ido allí para relajarse. Charlaron de otros temas menos peliagudos, como su música favorita, o sus sitios preferidos de Charleston. Cuando terminaron de cenar la negra oscuridad de la noche ya los había envuelto por completo. Paula lo siguió al salón. Pedro encendió la cadena de música, puso un CD en la pletina y poco después la voz de Ella Fitgerald, suave y sensual, inundó el ambiente. Alzó la vista hacia ella con una sonrisa.

–He pensado que podríamos bailar.

Paula sintió un cosquilleo en el estómago.

–Claro, ¿Por qué no?

Al bailar estarían más cerca el uno del otro. Y esa proximidad haría que…

Pedro le rodeó la cintura con los brazos, y cuando la atrajo hacia sí Paula pudo sentir el calor de su cuerpo a través de la fina camisa que él llevaba. Los músculos de la espalda se movían bajo sus manos mientras bailaban al ritmo de la música. Cuando la canción terminó empezó otra, y siguieron girando lentamente por el salón, pegados el uno al otro. No se le hacía raro en absoluto estar bailando de esa manera con Pedro. De hecho se sentía cada vez más relajada, aunque al mismo tiempo el deseo estaba extendiéndose por todo su ser. Poco después de que empezara la tercera canción los labios de él rozaron los suyos, y pronto sus labios se fundieron y sus lenguas se encontraron e iniciaron su propia danza. Con el pecho pegado contra el de él, Paula sintió que se le endurecían los pezones, y sus caderas empezaron a contonearse rítmicamente mientras las manos de él le recorrían la espalda.

Al llegar a la quinta canción estaban los dos tan entregados al beso que sus pies se detuvieron y Paula notó los dedos de Pedro tirándole de la blusa para sacársela de los vaqueros, y a continuación se deslizaron por su piel. Se estremeció de placer, y sus manos buscaron la cinturilla de los pantalones de él. Pronto estaban los dos desabrochándose la camisa el uno al otro para volver a apretarse luego, piel contra piel. La música seguía sonando mientras Pedro la condujo hasta el sofá, y entre los dos se deshicieron de sus vaqueros. Todo su cuerpo palpitaba de deseo. La cremallera de los pantalones de él se atascó cuando estaba intentando bajarla, y sintió tal frustración que le habría resultado gracioso si no estuvieran tan… ¡Desesperada!

Por suerte Pedro consiguió acabar de bajar la cremallera rebelde y se quitó los pantalones. En cuestión de segundos estaban los dos hechos una amalgama de brazos y piernas en el sofá. Paula no podía creerse que estuviese semidesnuda en un sofá con Pedro Alfonso. Por un instante se preguntó si no estaría soñando, pero el aliento de Pedro en su cuello era demasiado real, igual que los dedos que se deslizaron dentro de sus braguitas y los labios que se cerraron sobre un pezón a través del encaje del sujetador. Paula aspiró por la boca cuando succionó, desencadenando un cosquilleo eléctrico que la recorrió de arriba abajo. Enredó los dedos en su corto cabello y se abandonó a las deliciosas sensaciones que estaba experimentando, arqueando la espalda y empujando su pelvis contra la de él. El también tenía aún puesta la ropa interior, pero podía sentir su erección a través de los boxers de algodón. Tiró de la cinturilla elástica, y cuando tomó su miembro erecto en la mano, la sorprendió lo duro que estaba ya.

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