miércoles, 2 de enero de 2019

Rendición: Capítulo 41

Una tarde, cuando se suponía que Paula debería estar durmiendo la siesta, él la sorprendió sentada en la cama, poniendo su autógrafo en un taco de fotos.

–Pensé que ibas a dormir –dijo él, desde la puerta.

Ella lo miró con gesto de culpabilidad.

–¿Conoces a Ezequiel, el ayudante de cámara? Va a ser el cumpleaños de su hija. Le ofrecí enviarle estas fotos firmadas para que las repartiera entre sus amigas.

–Muy amable por tu parte.

–No me cuesta trabajo.

–Tengo buenas noticias –señaló él, sentándose a su lado en la cama.

–Dime –pidió ella y apoyó un momento la cabeza en su hombro.

–Rafael va a dar la noche libre a todo el mundo como muestra de agradecimiento por lo bien que está saliendo todo.

–¿Quién iba a decir que un hombre de aspecto tan rudo y malhumorado podía ser tan tierno como un osito de peluche? – observó ella, firmó la última foto y metió el taco en un sobre.

–Bueno, yo no diría tanto… Lo que pasa es tú siempre ves lo mejor de las personas. Es una de las cosas que me gusta de tí.

–Gracias –dijo ella, sonrojándose–. Muy amable.

–Puedo ser amable, si me lo propongo –repuso él, rodeándola con el brazo–. ¿Qué te parece si lo celebramos? Puedo robarle el coche a Karen y llevarte a ver el atardecer. ¿Qué te parece?

–¿Y qué celebramos?

–La vida, en general. Me alegro de haber venido contigo, Paula. Ponte el vestido más bonito que tengas. Volveré a por tí dentro de una hora.


Paula estaba emocionada. Tenía una cita formal para salir con Pedro Alfonso. Se duchó y se secó, pensando qué podía ponerse. Aunque sabía que podía estar equivocada, tenía la sensación de que Pedro cada vez la deseaba más. Era afectuoso con ella, a veces, incluso indulgente. Pero eso no era lo que ella quería. Era una mujer adulta y tenía necesidades adultas, que solo él podía satisfacer. Estaba enamorándose de Pedro. No podía evitarlo. Estaba lleno siempre de seguridad. Para un tipo que afirmaba ser feliz en soledad, apartado del mundo en su laboratorio, parecía muy contento estando rodeado de gente. Y eso era peligroso. Porque Paula empezaba a albergar sueños de futuro con un hombre así. Después de titubear delante del armario unos diez minutos,  escogió un vestido plateado por encima de la rodilla, de una tela finísima que reflejaba la luz. Era uno de sus vestidos de fiesta favoritos, con el que siempre se sentía bonita y femenina. Unos tacones de aguja plateados y un bolso a juego completaban su atuendo. Se puso sus pendientes preferidos de diamante y una pulsera. Mirándose al espejo mientras se peinaba, se preguntó si Jacob la encontraría sexy… o si solo vería en ella a una niña disfrazada. Él se negaba a reconocer que era una mujer adulta, así como negaba la atracción que había entre ellos. Era frustrante. Quizá, esa noche, sería su oportunidad de cambiar las cosas, pensó. Ya estaba lista, esperándolo, cuando la puerta se abrió.

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