miércoles, 2 de enero de 2019

Rendición: Capítulo 44

–¿Sigues teniendo hambre? –preguntó él cuando consideró que Paula había cenado lo suficiente–. ¿O quiere bailar?

–Creí que nunca me lo pedirías –repuso ella y dejó el bolso sobre la mesa.

Pedro tomó a Paula entre sus brazos mientras se mecían al ritmo de la canción romántica que acababa de empezar. Ella apoyó la mejilla en su hombro.

–Pensé que íbamos a estar solos tú y yo esta noche.

–¿Te ha molestado? Todos querían darte una sorpresa.

–Claro que no me molesta. Estoy conmovida. Soy una mujer muy afortunada.

El toque de melancolía de la voz de su acompañante preocupó a Pedro.

–¿Estás bien, Paula? ¿Es que has tenido malas noticias de tu madre?

–No. Hablé con ella esta tarde y todo sigue igual.

–Entonces, ¿Qué te pasa?

–Es por mis compañeros. Cuando hago una película, el equipo y los actores son como mi familia, aunque no es lo mismo.

Él se quedó en silencio, intentando descifrar sus palabras.

–No tiene nada de malo querer a los demás como haces tú, Paula. Das cariño a todo el mundo sin reservas. Y la gente te quiere. Hay muchas clases de familias.

–Yo envidio la tuya. Supongo que es un poco raro, teniendo en cuenta tu pasado, pero tienes hermanos y primos. Cuando mi madre se vaya, no me quedará nadie.

–¿No tienes tíos?

–Mi madre era hija única, igual que yo. Y supongo que la familia de mi padre no quería saber nada de nosotras.

–¿Por qué no le preguntas por ellos a tu madre?

–No puedo. Se daría cuenta de que se lo pregunto porque sé que se está muriendo.

–Yo compartiré mi familia contigo –ofreció él y la besó en la sien–. Es más, hay veces en que los regalaría a todos.

–Mientes –repuso ella, riendo.

Pero había conseguido su propósito: hacerla reír. Paula encajaba a la perfección entre sus brazos. Sus piernas se rozaban cuando bailaban. Pedro deseó que estuvieran a solas, pero era mejor así, era lo más adecuado para mantener a raya la erección que latía entre ellos. Paula se estaba dando cuenta. Estaban lo bastante juntos. Cuando terminó aquella canción, Pedro la  condujo a la terraza, desde donde se veía la luna.

–Te mereces un beso de cumpleaños –murmuró él, posando las manos en sus caderas para atraerla a su lado.

–Creí que preferías darme azotes –replicó ella.

–No te tientes –dijo él y comenzó a besarla en la frente con suavidad. El seductor aroma de ella lo envolvió–. Feliz cumpleaños, Paula.

–Ahora soy un año mayor –susurró ella, echando la cabeza hacia atrás–. Ahora solo tengo siete años menos que tú.

–Sigo siendo tu médico.

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