viernes, 25 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 20

–Es inocente; estoy convencido de que ella no lo hizo.

–No, por supuesto que no –balbució ella, girando el rostro hacia la ventanilla.

–He traído la carta que me dejó mi padre porque menciona en ella algo acerca de la cabaña –le dijo Pedro, girando el volante para tomar un desvío–. Parece ser que hay algo más que quería que tuviese.

–¿Algún objeto?

–Pues no lo sé; es algo bastante misterioso: pone que mire en el tercer cajón, pero no dice de qué mueble.

–Sí que es extraño. Bueno, tendrás que abrir el tercer cajón de todos los muebles.

Pedro no mencionó qué más le decía su padre en la carta. Había cosas que eran solo entre ellos dos, y quizá fuese mejor que nadie más las supiese.

Paula se quedó sin palabras cuando llegaron a la cabaña. ¡Menuda cabaña! Claro que… ¿Qué esperaba?, ¿Encontrarse un chamizo con un retrete fuera? El impresionante caserón de estilo rústico y construido en madera se alzaba en medio de un bonito paisaje boscoso. Cuando entraron, los rayos del sol del atardecer que entraban por las ventanas teñían el vestíbulo con su cálida luz entre dorada y rojiza. Pedro dejó las maletas en el suelo.

–Mi padre le puso a esta casa el nombre de Great Oak Lodge. Ven a ver por qué escogió este lugar para construirla.

Entraron en el salón, decorado con estilo sobrio y rústico a la par que moderno, con sofás en color crema y una chimenea de piedra. Pedro tomó a Paula de la mano y la condujo hasta unas puertas acristaladas que abrió de par en par para que salieran a un patio que tenía como telón de fondo una vista interminable de colinas cubiertas de árboles. No se divisaba rastro alguno de civilización; solo colinas y valles poblados por decenas y decenas de árboles.

–Parece como si estuviéramos alejados del resto del mundo – murmuró Paula.

–En cierto modo lo estamos –Pedro se colocó detrás de ella y le rodeó la cintura con los brazos.

Paula sintió un cosquilleo en el estómago. No se habían besado desde su cita de hacía dos noches, y durante el vuelo había estado demasiado nerviosa como para pensar en besos. Pedro se inclinó y la besó en el cuello.

–Hueles de maravilla.

Paula se estremeció de excitación cuando notó su cálido aliento cerca del oído.

–¿No deberíamos deshacer las maletas? –inquirió.

No podía creerse que estuviera interrumpiendo aquel momento tan sensual con una pregunta así. Pedro se rió suavemente.

–¿Intentando retrasar lo inevitable?

–Solo estoy siendo práctica. Por eso me contrataste, ¿no? ¿Por qué? ¿Por qué tenía que haberle recordado a Pedro, y haberse recordado a ella también, que eran jefe y empleada?

–Dejemos los asuntos de la oficina en la oficina –Pedro no la había soltado, y sus labios apenas se habían separado un milímetro de su cuello–. Inspira el aire fresco de las montañas, Paula.

–Ya lo estoy haciendo.

Si no fuera así ya se habría desmayado, y era más que posible por cómo la estaba tentando Pedro, mordisqueándole suavemente el lóbulo de la oreja.

–El aire de las montañas es un reconstituyente estupendo –le dijo–. Inspira hasta llenarte con él los pulmones.

Paula inspiró profundamente el aire fresco del atardecer, con olor a pino y a tierra, y espiró muy despacio.

–Sí que sienta bien.

–Aquí es como si el tiempo no existiera –dijo él–. El sol sale y se pone y todo sigue igual salvo por el lento paso de las estaciones.

–Estoy descubriendo que eres un hombre mucho más profundo de lo que creía –lo picó ella.

–¿Lo ves?, y eso que hace cinco años que me conoces. Eso nos demuestra lo importante que es dejar a un lado de vez en cuando los roles y las jerarquías. Y ahora, bésame.

Antes de que pudiera protestar, la hizo girarse y tomó sus labios. Paula cerró los ojos y subió las manos a sus hombros. Fue un beso delicioso, tan embriagador como el suave calor del sol del atardecer que les acariciaba la piel. Cuando Pedro hizo el beso más profundo se apretó contra él, dejando a un lado las preocupaciones y perdiéndose en la maravillosa sensación de esos labios acariciando los suyos y de esos fuertes brazos en torno a su cintura. Cuando finalmente se separaron, aunque apenas fue unos centímetros, los ojos de él brillaban, y Paula  estaba segura de que los suyos también. Se sentía feliz, y aquel momento no podía ser más perfecto.

1 comentario:

  1. Por qué no aprovechó para decirle la verdad cuando tuvo oportunidad??? Me pone muy nerviosa!!! Jaja

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