miércoles, 2 de enero de 2019

Rendición: Capítulo 43

Pedro se maldijo a sí mismo por haber sido tan impulsivo al haberle comprado un regalo. Por cómo a ella se le empañaron los ojos y por su mirada emocionada, adivinó que Paula estaba interpretándolo de forma equivocada. Era solo un maldito broche, aunque fuera caro. La verdad era que él había querido regalarle algo bonito y divertido. El cumpleaños había sido solo una excusa. Era una mujer tan fácil de complacer que daban ganas de hacerla feliz. Sin duda, él no debía de ser el primer novio que había intentado hacerla sonreír. Ni sería el último. La acompañó al coche y le abrió la puerta.

–Gracias.

–Es un placer, princesa.

Karen le había prestado el coche, lavado y con el depósito lleno. La carretera a la parte más alta de la isla estaba llena de curvas. Paula iba muy callada, mirando el paisaje. Cuando llegaron, Pedro estacionó y la  ayudó a salir.

–Ten cuidado –le previno él–. Hay muchas piedras en el suelo.

La condujo a un edificio de dos pisos que parecía bastante antiguo. Estaba recorrido por ventanas que dejaban entrar la brisa del océano. Un tambor comenzó a sonar.

–Vamos –le urgió ella–. Encontremos sitio antes de que se llene.

–¿No quieres ver la puesta de sol? –preguntó él y se miró el reloj. Habían llegado antes de lo previsto.

Paula lo hizo a un lado y pasó por delante de él con impaciencia.

–Ya que somos solo amigos, no, gracias. Quiero bailar.

Pedro la adelantó y abrió la puerta de donde se suponía que era  el concierto. Estaba muy oscuro dentro. De pronto, la sala se llenó de luz.

–¡Sorpresa! –exclamaron unas seis docenas de voces al unísono.

Paula se quedó paralizada y buscó la mano de su acompañante en un gesto inconsciente de nerviosismo. Sus compañeros de reparto y el equipo de rodaje la rodearon para felicitarla. Entre ellos, Rafael Brikman.

–Feliz cumpleaños, Paula –dijo el director con una sonrisa.

Ella se sonrojó desde el cuello a la frente y se cubrió las mejillas con las manos.

–No sé qué decir.

–¡Que empiece la fiesta! –gritó uno de los presentes desde la otra punta.

Todo el mundo empezó a reír y se fueron a sus asientos. Pedro y Paula se dirigieron a una mesa presidida por el director. Los tambores volvieron a sonar y, pronto, se llenó la pista de baile. Brikman le dió una palmadita en la mano a Paula.

-Espero que no te moleste. Los de vestuario son quienes tuvieron la idea. Piensan de tí lo más grande.

Paula se quedó sin palabras. Durante la hora siguiente, Pedro la observó comer, aunque ella seguía callada. Había ostras, cóctel de gambas y pastel de coco de postre.

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