lunes, 7 de enero de 2019

Rendición: Capítulo 51

Pedro la atormentó acariciándole el clítoris, mientras ella gemía. Con un rápido movimiento, le rasgó la seda del tanga, dejándola desnuda por completo. Entonces, se adentró un poco más en el agua, hasta que las piernas de ella quedaron a la altura del cuello de él. Y comenzó a lamerla.

Paula soltó un grito sofocado de placer. Sabía a sal y a secretos. Con la lengua, la penetró una y otra vez. Ella se retorció de placer, incapaz de estarse quieta. Pedro lamió y chupó y la penetró hasta que se quedó rígida y gritó el nombre de él al llegar al clímax. Entonces, él la tomó en sus brazos y se dirigió a la playa. Paula todavía tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Cuando llegaron a la manta, la depositó con cuidado y la secó con su camisa.

–Mírame –pidió él–. Ahora voy a hacerte el amor.

Ella entreabrió los ojos, brillantes de placer, y le lanzó una muda súplica.

–No sabía que podía sentirse algo así –musitó ella con voz apenas audible–. Más. Quiero más.

Su tono de urgencia hizo reír a Jacob.

–Lo que desees, princesa –dijo él e hizo una pausa–. Tengo preservativos en el bolsillo del pantalón. No te muevas.

–Estoy tomando la píldora –informó ella, agarrándolo de la muñeca.

Pedro le abrió las piernas y, antes de colocarse sobre ella, se quedó mirándola.

–Deja de mirar –dijo ella, avergonzada–. Sigamos con lo que estábamos haciendo.

–¿No has oído hablar de saborear las cosas despacio?

–Ya he saboreado bastante, gracias. Te deseo, Pedro Alfonso.

Él se inclinó hacia delante, colocando la cabeza de su miembro entre las piernas de ella. Apoyándose en los brazos, presionó. Paula se tensó debajo de él.

–Despacio, por favor.

Eso iba a ser difícil, pensó Pedro. Quería tenerla por completo. En ese momento.

–Haré lo que pueda.

Pedro la penetró un poco más, tal vez, un centímetro, y encontró resistencia. Bastante resistencia. La oscuridad hacía imposible ver la expresión de ella. ¿Qué diablos estaba pasando? Se detuvo, con el cuerpo temblando.

–¿Paula?

Ella se mordió el labio.

–Es mi primera vez, doctor. Así que ve con calma –pidió ella con voz ronca y emocionada.

Pedro no daba crédito.

–¿Eres virgen? –preguntó él. ¿La reina de la noche era virgen? No tenía sentido, pensó.

–¿Quieres hablar de esto ahora o prefieres terminar lo que has empezado?

El cuerpo de él latía de deseo. Si hubiera sabido la verdad, nunca habría permitido que aquello pasara.

–Maldición –rugió él y la penetró hasta que rompió la barrera de su virginidad.

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