lunes, 21 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 13

Paula tragó saliva. ¿Acaso esperaba que se fuera a su casa con él esa noche? ¿Dónde se estaba metiendo? Que acabara de llamarla «la distracción perfecta» no tenía buenos visos con miras a una relación seria. Pero, por supuesto, él no había hablado en ningún momento de una relación seria. Y a pesar de todo… a pesar de todo ya sentía un cosquilleo en los labios de solo pensar en los cuatro besos que le había prometido.

–Bueno, supongo que un poco de aire fresco de la montaña no nos vendría mal a ninguno de los dos –dijo, y de inmediato se sintió estúpida.

Probablemente Pedro esperaría de ella comentarios picantes e inteligentes, y antes o después acabaría dándose cuenta de que se había equivocado con ella y que no había mujer más sosa que ella. O tal vez simplemente había decidido tirar de ella en un momento de desesperación. A lo mejor a un tipo como él hasta la sosa de su secretaria le resultaba atractiva cuando todo su mundo estaba derrumbándose.

Ya estaba oscuro cuando Pedro estacionó cerca de Waterfront Park y se pusieron a caminar por el paseo marítimo admirando las luces de la ciudad reflejándose en el agua. Estaban peligrosamente cerca del bloque de departamentos donde vivía Pedro, pero de momento no había dicho nada que indicara que quisiera llevarla allí. Ni siquiera había intentado besarla, y cada vez que pensaba que iba a hacerlo y no lo hacía, más ansiosa se sentía. El deseo reprimido durante cinco años se había desatado con un solo beso, y tenía la sensación de que si no volvía a besarla pronto estallaría en llamas.

–¿Y no tienes más familia que tu madre? –le preguntó Pedro deteniéndose.

–Sí, es la única familia que tengo desde que murió mi abuela hace unos años –contestó ella deteniéndose también.

Pedro llevaba toda la velada intentando sonsacarle más información sobre su vida personal, pero no de un modo entrometido, sino porque parecía tener un interés sincero.

–¿Alguna vez deseaste tener hermanos?

–Todo el tiempo –admitió ella–. Cuando era pequeña me moría por tener una hermana con la que compartir mis muñecas, y de adolescente habría dado cualquier cosa por tener un hermano mayor que trajera amigos guapos a casa.

Pedro se rió.

–Eso es justo lo que hacían mis hermanas. Pero seguro que a tí tampoco te hacía falta –dijo mirándola de ese modo que la hacía sentirse como una supermodelo.

Paula no estaba dispuesta a confesarle que hacía casi un año de la última vez que había tenido una cita. Desde que se casara su mejor amiga no había salido mucho de noche y nunca se le había pasado por la cabeza flirtear con alguien de la oficina… hasta entonces. Pedro dió un paso hacia ella y le rodeó la cintura con los brazos para atraerla hacia sí. Los pezones de Paula se endurecieron y subió las manos al pecho de él. Entreabrió los labios de un modo inconsciente, ansiosa por que volviera a besarla. Cuando finalmente los labios de él se posaron en los suyos un cosquilleo de placer se extendió por todo su cuerpo. Llevaba todo el día soñando con ese momento. Estar en los brazos de Pedro la hacía sentirse segura, protegida, adorada. Estaba besándola con una dulzura exquisita, rozando sus labios suavemente, dejando que la punta de su lengua acariciara la de ella, tentándola hasta que estaba tan excitada que ya no podía ni pensar.

–Sabía que esto era una buena idea –murmuró Pedro despegando sus labios de los de ella.

–¿El qué? –inquirió ella aturdida.

–Invitarte a cenar esta noche… Besarte…

Una sonrisa tonta se le formó en los labios a Paula.

–A mí también me lo parece.

Cuando volvió a besarla se sintió como si en vez de sangre le corriera lava por las venas. Nunca había experimentado una reacción física tan fuerte por un simple beso, y cuando sus labios se separaron ya estaba deseando que se unieran de nuevo. Pero si lo besaba cinco veces… ¿Sería como darle a entender que estaba de acuerdo con que hicieran más que eso?

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