viernes, 11 de enero de 2019

Rendición: Capítulo 63

–Tienes parásitos enquistados en el hígado. De vez en cuando, se ponen en acción –explicó él. Se le encogió el corazón al pensar que podía haber muerto en aquella selva… Y todavía no había pasado todo, pues había peligro de que los riñones sufrieran daños irreparables.

–¿P-puedes decirle a Rod que no iré a trabajar mañana?

–¿Le digo la verdad?

–Dile que es… un virus. Nadie n-nos molestará –musitó ella y cerró los ojos–. Solo necesito un p-par de d-días.

Pedro la abrazó con más fuerza, intentando protegerla de los escalofríos.

–No te preocupes. Harán lo que puedan sin tí. Te pondrás bien enseguida.

Acto seguido, Paula cayó en un estado de semiinconsciencia. Pedro salió solo un instante, para hablar con Rafael.

–Cuida de nuestra pequeña –pidió Rafael, muy preocupado.

–Lo haré.

–Dile que se tome su tiempo, que no hay prisa.

Fue una larga noche. Pedro no pudo pegar ojo. Tuvo que forzarla a beber, en ocasiones, y no pudo evitar recordar la larga enfermedad de Daniela.

A la una de la madrugada, Paula se despertó con un dolor de cabeza terrible y mucha fiebre. Él le pasó paños de agua templada por todo el cuerpo. No podía hacer mucho más y eso lo enfurecía. A las cinco, al fin, la fiebre cedió. Paula empezó a sudar y a gemir cada vez que la hacía beber un poco de agua.

–No me dejes –rogó ella, agarrándolo de la muñeca.

–Aquí estoy –le susurró él, acariciándola.

¿Pero durante cuánto tiempo iba a estar con ella?, se preguntó Pedro. Entonces, la verdad lo golpeó como una patada en el estómago. No podía permitirse amarla. El riesgo era demasiado grande. Ya había perdido a dos mujeres en su vida y no podía arriesgarse a que le volviera a pasar. Lo más cabal sería volver cuanto antes a su montaña, se dijo él. De todas maneras, había prometido protegerla. Se quedaría con ella hasta el final del rodaje. Ni un día más.



Paula abrió los ojos despacio. Le dolía todo el cuerpo, como si le hubieran dado una paliza.

–Lo peor ha pasado. ¿Crees que puedes comer algo? Tengo caldo de pollo caliente en la otra habitación.

Cuando miró a su alrededor, se dió cuenta de que estaba en la habitación de su suite. No tenía ni idea de qué hora era, estaba confundida. El reloj marcaba las siete de la tarde, tal vez, solo se había dormido un rato después del rodaje del día. Tenía recuerdos borrosos de Pedro a su lado, en la cama.

–¿Pedro? –llamó ella, un poco asustada.

Él apareció de inmediato en la puerta. Estaba descalzo y tenía el pelo revuelto.

–Dime. ¿Estás bien?

–¿Qué ha pasado? –preguntó ella e intentó tragar. Tenía la boca muy seca.

–Has tenido un brote de malaria –repuso él con voz serena.

–¿Está bien ese reloj?

–Sí. Has estado fuera de combate un poco más de veinticuatro horas.

Cielos. Paula tenía el estómago revuelto, pero aceptó comer para no disgustar a Pedro.

–Tomaré algo de sopa, de acuerdo.

Algo había cambiado en Pedro, pensó ella y, tras unos momentos, se dió cuenta de qué. Él estaba actuando como un médico,muy competente, pero muy distante.

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