viernes, 18 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 8

–¿Estás libre esta noche?

–Sí. Sí, estoy libre –balbució aturullada.

–Pues entonces haré una reserva y pasaré por tu casa para recogerte a las siete y media.

–Bien –contestó Paula, aunque ya estaba preocupándose por qué se iba a poner.

Los trajes de chaqueta y pantalón y de chaqueta y falda que llevaba cuando iba a la oficina serían demasiado serios para una cena, y no tenía demasiada ropa que..

–Me voy a la reunión con la gente del departamento comercial; te he dejado en tu mesa unas carpetas de documentos para que los revises y los archives.

–Bien –volvió a decir ella. Parecía que de pronto no hubiera otra palabra en su vocabulario–. Hasta luego –añadió, pero Pedro ya se alejaba hacia el ascensor.

Una cita con Pedro… Esa noche… ¡Y ella ni siquiera tenía que llamar al restaurante para hacer la reserva!

Como Pedro no le había dicho a qué restaurante iba a llevarla optó por vestirse de un modo elegante pero informal: un vestido con un estampado de pequeñas flores que nunca se había puesto para ir a trabajar, y un chal de cachemira. No estaba mal, pensó mirándose en el espejo, pero dió un respingo cuando sonó el timbre de la puerta. No le había dado su dirección a Pedro, pero como tampoco se la había pedido, había dado por hecho que la habría mirado en su ficha de personal. Inspiró profundamente, tratando de mantener la calma mientras cruzaba el salón en dirección al vestíbulo.

–Hola –lo saludó al abrir la puerta, y notó cómo se le formaba una sonrisa tonta de oreja a oreja–. ¿Quieres pasar?

Esperaba que sí; se había pasado casi una hora limpiando hasta el último rincón.

–Claro –contestó él con una sonrisa muy sexy antes de entrar.

–¿Te apetece un martini? –Paula sabía que le encantaban.

–Bueno, ¿Por qué no?

Pasaron al salón y Brooke preparó un par de martinis para los dos y los sirvió mientras él comentaba lo y acogedor que era el departamento.

–Ahora mismo estoy de alquiler, pero espero que el propietario acceda a vendérmelo cuando acabe el contrato de arrendamiento – contestó ella.

Llevaba cinco años viviendo en aquel pequeño departamento de dos habitaciones y se sentía orgullosa del toque personal que le había dado. Se acercó y le tendió su copa con una sonrisa.Pedro tomó un sorbo.

–Estás preciosa.

Su mirada se detuvo largo rato en su rostro antes de descender hacia el cuello, y Paula se sintió algo cohibida por lo que sin duda dejaba entrever el escote del vestido, aunque no fuera muy pronunciado.

–Gracias –murmuró rogando por que su sonrojo no fuera visible–. Tú tampoco estás mal.

Se había tomado la molestia de ir a casa a cambiarse después del trabajo, y eso la halagó, porque muchas veces, cuando tenía una cena, se iba directamente desde la oficina.

–Sé arreglarme bien –respondió él dirigiéndole una mirada abrasadora–. Creo que ha sido una buena idea invitarte a salir esta noche. Últimamente siento que cada vez que salgo de un problema surge otro, ya sea con mi familia o en el trabajo.

–Pues hoy no vamos a hablar de problemas. ¿Te apetece algo para picar? –Paula le ofreció un plato con bocaditos de hojaldre salados que había comprado de regreso a casa.

–Claro, ¿Por qué no?

La mirada de Pedro volvió a detenerse en su rostro unos instantes más de lo necesario, y un cosquilleo le recorrió todo el cuerpo cuando le vio dar un mordisco al bocadito que había tomado del plato. ¡Lo que daría ella por que la mordisquease también en el cuello… y en algún que otro sitio! Giró la cabeza hacia la ventana para no pensar en eso y al ver el reluciente Porsche negro de Pedro estacionado fuera se imaginó a los vecinos espiando por entre las cortinas y cuchicheando.

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