miércoles, 30 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 23

–Tal vez. Pero era imposible que imaginaras que tu padre tenía a otra mujer y a otros hijos.

–Yo no, pero mi madre sí lo sabía y también lo mantuvo en secreto.

–Probablemente solo quería evitaros el dolor que os causaría.

–Pero en vez de eso lo que ha conseguido es, sin querer, acabar pareciendo sospechosa de un asesinato –Pedro sacudió la cabeza y tomó un sorbo de vino–. No hay justicia en este mundo.

A Paula se le encogió el estómago. Detestaba escuchar a Pedro hablar con semejante amargura cuando era la persona más positiva que conocía.

–Se hará justicia, aunque puede que tarde un poco.

–Ojalá pudiera creerlo, ¿pero cómo puede haber justicia cuando el cuarenta y cinco por ciento de la compañía a la que le he dedicado tantos años de mi vida ahora está en manos de un hermanastro del que no sabía nada hasta hace unos meses? –le espetó él alzando la vista con una mirada fría y dura–. Un hermanastro que además detesta a toda mi familia y la compañía que le ha sido puesta en bandeja.

Paula dejó su copa en la encimera.

–La verdad es que todo es muy extraño y difícil de comprender. ¿Cómo podía haber sido su padre tan cruel?

–¿Sabes qué? –dijo Pedro enfadado–. Sí que quiero ver lo que hay en ese tercer cajón que menciona la carta. Quiero comprender por qué de repente decidió apartarme a un lado y entregarle la compañía a su hijo ilegítimo –abrió el tercer cajón de uno de los muebles de la cocina–. Servilletas y manteles. ¿Crees que eso puede tener algún significado oculto? –inquirió con sarcasmo.

Paula se habría reído, pero era un asunto serio, y algo doloroso para Pedro.

–¿No tenía un escritorio en alguna parte de la casa?

–Sí, en el estudio.

Pedro salió de la cocina y Paula lo siguió hasta allí. El escritorio del padre de Pedro tenía cajones a ambos lados, y en los dos había tres cajones. Él  abrió el tercer cajón de la izquierda y revolvió en su interior.

–Casquillos de bala, bolígrafos, clips, una pelota de golf… –Pedro cerró el cajón y abrió el tercero de la derecha–. Papel de cartas y sobres… –levantó los papeles–. ¿Qué es esto? –inquirió sorprendido, sacando un sobre grande de color marrón–. Lleva el nombre de mi padre: Horacio Alfonso–el sobre estaba sellado y era grueso, como si contuviera un buen taco de papeles, o incluso algún objeto–. Pesa bastante.

–¿No vas a abrirlo?

Pedro vaciló, sopesándolo en su mano, y en ese momento se oyó el pitido del temporizador del horno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario