miércoles, 16 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 2

Pedro llegó a la puerta antes que ella y se la sostuvo para que saliera. A Paula le invadió una ola de calor cuando pasó junto a él y su brazo casi rozó el de Pedro, que cerró tras de sí al salir detrás de ella. En medio del silencio que reinaba en el pasillo Paula casi perdió el valor.

–¿Podemos hablar en tu despacho?

–Mira, Paula, no estoy ahora para que nos andemos con remilgos, y más vale que no sea una tontería, porque mi madre está en la prisión del condado, por si aún no lo sabías.

Paula le quitó hierro a su actitud grosera, achacándolo al estrés al que estaba sometido desde el asesinato de su padre.

–Es importante, te lo aseguro –su tono firme la sorprendió a ella misma.

Cuando llegaron al despacho de Pedro fue ella quien abrió la puerta y entró primero. El sol del atardecer arrojaba un cálido brillo ambarino sobre las aguas del puerto de Charleston, que se divisaba a través del ventanal.

Pedro entró detrás de ella y se cruzó de brazos.

–¿Y bien?

–Siéntate –Paula cerró la puerta y echó el pestillo.

A Paula le flaqueó la firme determinación cuando Pedro la miró furibundo.

–¿Cómo?

–En el sofá –añadió. Casi se sonrojó por cómo había sonado eso. Aquella era la fantasía de cualquier secretaría perdidamente enamorada como ella, pero la situación era seria–. Voy a servirte un whisky y te lo vas a tomar.

Pedro no se movió.

–¿Es que te has vuelto loca?

–No, pero tengo la impresión de que estás a punto de perder los nervios y creo que necesitas distanciarte un poco y respirar profundamente antes de que hagas o digas algo de lo que luego acabes arrepintiéndote. No puedes hablar a tus empleados de ese modo, sean cuales sean las circunstancias. Y ahora, siéntate –dijo Paula señalando el sofá.

Atónito, Pedro se sentó. Paula le sirvió tres dedos de whisky en un vaso y se lo tendió.

–Toma, esto te calmará los nervios.

–Mis nervios están perfectamente –Pedro tomó un sorbo–. Es todo lo demás lo que está perdido. ¡No puedo creer que la policía piense que mi madre mató a mi padre!

–Los dos sabemos que eso es imposible y que se darán cuenta de que es un error.

–¿Eso crees? –Pedro enarcó una ceja y se quedó mirándola–. ¿Y si no es así? ¿Y si esta es solo la primera de muchas largas noches en prisión? –se estremeció y tomó un largo trago de whisky–. Me está matando no poder hacer nada.

–Lo sé. Y además imagino que aún duele demasiado la muerte de tu padre.

–No solo su muerte –Pedro bajó la vista al suelo–. Ha sido también el descubrir que nos mintió y nos ocultó cosas durante toda su vida.

Pedro y ella nunca habían hablado de las escandalosas revelaciones que los medios habían aireado tras el asesinato de su padre, el treinta de diciembre. Ya estaban en marzo, pero el caso aún no se había resuelto.

–Otra familia… –masculló Pedro entre dientes–. Otro hijo, nacido antes que yo… –sacudió la cabeza–. Toda mi vida me había sentido orgulloso de ser su hijo, su heredero. Mi máxima aspiración era seguir sus pasos. Poco imaginaba que sus pasos se habían desviado hacia la casa de otra mujer, con la que yacía, y con la que formó otra familia.

En ese momento Pedro la miró, y Paula sintió una punzada en el pecho al ver el dolor que se reflejaba en su mirada. No podía soportar verlo sufrir así. ¡Si al menos pudiera hacer algo para aliviar su ira y su pena...!

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