viernes, 18 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 6

–¿Y no vas a cenar nada?

–No tengo hambre –murmuró él.

–En la nevera de la cocina hay una bandeja con sándwiches que sobraron de una reunión esta mañana. Si quieres puedo traértelos.

–Deja de tratarme como si fueras mi madre y vete a casa –le contestó él en un tono casi abrupto, entrelazando las manos debajo dela nuca y cerrando los ojos.

Paula tragó saliva y se iba a girar hacia la puerta cuando lo oyó decir en un tono quedo:

–No puedo creer que mi madre esté en la cárcel. No me había sentido tan impotente en toda mi vida.

Paula volvió junto a él.

–Es una mujer fuerte y saldrá de esto. Tú estás haciendo todo lo que puedes, y no la ayudará en nada si acabas cayendo enfermo por el estrés y la preocupación. Duerme un poco; mañana la compañía te necesita a pleno rendimiento.

Pedro, que había abierto los ojos y estaba mirándola, exhaló un pesado suspiro.

–Tienes razón, Paula, como siempre. Gracias por todo.

Apenas había dicho eso cuando volvió a cerrar los ojos. Paula sintió una punzada de ternura en el pecho al mirarlo. Tan orgulloso y tan fuerte, y a la vez tan impotente y desesperado por no poder evitar a su madre el mal trago por el que estaba pasando… Salió de su despacho, cerrando la puerta tras de sí, y tomó de su mesa su abrigo y su bolso.

–¡Hasta luego, Paula!

Al oír su nombre dio un respingo. Se había olvidado por completo de que podía quedar algún otro empleado en su planta. Normalmente a esa hora ya se había ido todo el mundo, pero allí estaba Laura, otra secretaria, poniéndose el abrigo un par de puestos más allá. Paula se preguntó si tenía las mejillas rojas o los labios hinchados. Sin duda algo en ella delataría que había estado besándose con su jefe.

–¡Adiós, Laura! –respondió.

Se apresuró hacia el ascensor con la esperanza de no encontrarse con nadie más, pero cuando las puertas se abrieron se encontró dentro a Bruno, del departamento de márketing.

–¡Vaya día!, ¿Eh? –comentó este con un suspiro cuando entró–. Dentro de poco esto va a acabar reventando por alguna parte.

–No es verdad –replicó ella indignada–. Estamos pasando por un momento difícil, pero se olvidará lo que ha pasado y la compañía volverá a estar donde siempre ha estado: entre las mejores.

Bruno enarcó una ceja.

–¿Eso crees? Si es verdad que la vieja señora Alfonso lo hizo dudo que se recupere la reputación de la familia de este golpe.

–Ella no lo mató –replicó ella con firmeza.–. Y no vayas por ahí difundiendo el rumor de que fue ella quien lo hizo. No harás sino empeorar las cosas.

–¿Y si lo hago qué?, ¿Vas a chivarte a tu jefe? –le espetó Bruno con retintín.

–No. Bastantes problemas tiene ya. Lo que necesita en estos momentos es nuestro apoyo.

–Pareces su esposa: tan atenta a sus necesidades, dándole siempre tu apoyo incondicional… –observó él con una sonrisa burlona–. ¡Quién fuera él!

Paula se puso rígida. ¿Acaso intuía que había pasado algo entre ellos? Las puertas se abrieron en ese momento y respiró aliviada.

–No soy su esposa –le respondió antes de salir del ascensor.

Aunque tal vez algún día lo fuera, pensó mientras se dirigía a la salida. Su mente ya estaba urdiendo fantasías peligrosas, sueños que podían explotarle en la cara y destruir su carrera y reputación. ¡Pero qué difícil era no dejar volar la imaginación!

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