viernes, 25 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 16

Pedro dejó las llaves y la cartera en la bandeja y pasó el control de seguridad de la prisión. El ambiente de aquel lugar no podía ser más opresivo. ¡Que su pobre madre tuviese que sufrir aquello! Un guardia taciturno lo condujo a una sala privada. Por lo que le había dicho su abogado, no le había resultado fácil conseguir que pudiera hablar con su madre cara a cara en vez de a través de un micrófono y con un cristal de por medio en la sala común. Era una sala pequeña donde solo había una mesa de metal y un par de sillas. Su madre, que lo aguardaba sentada, estaba vestida con el mono de la prisión. Se acercó y cuando ella se levantó la abrazó con fuerza. Parecía tan frágil e impotente… nada que ver con la mujer fuerte de la que él siempre había presumido.

–No pueden tener contacto físico –les recordó la ruda voz del guardia detrás de ellos.

Pedro lo había olvidado. Dejó caer los brazos de mala gana.

–No volverá a ocurrir –dijo, volviéndose hacia el hombre–. ¿Podría dejarnos a solas unos minutos?

–Estaré fuera, observándoles –dijo el tipo señalando el ventanuco de la puerta; y salió.

El rostro de su madre estaba pálido y demacrado, y tenía ojeras.

–Estoy haciendo todo lo que puedo para intentar sacarte de aquí –le dijo.

–Lo sé –contestó ella esbozando una leve sonrisa–. Mi abogado dice que no le dejas ni dormir.

–Ya dormirá cuando estés fuera. Esta tarde voy otra vez a ver al fiscal del distrito, antes de marcharme de fin de semana.

Los ojos de su madre se iluminaron.

-¿Vas a la cabaña?

Pedro asintió.

–Me preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de que volvieras a ir. Sé lo mucho que te gusta esa finca. ¿Quién va contigo?

–Paula.

¿Por qué no decirle la verdad? Estaba impaciente por que llegara el fin de semana para poder estar a solas con Paula en aquel tranquilo lugar. Ya se la estaba imaginando con el sol arrancando reflejos dorados de sus cabellos y sus hermosos ojos verdes admirando las majestuosas montañas. Estaba seguro de que le encantaría.

–¿Tu secretaria?

La sorprendida respuesta de su madre lo sacó de su ensoñación.

–Sí, ella y yo… Bueno, en estos últimos meses ha sido una gran ayuda para mí.

La verdad era que se moría por hablarle a su madre de ella. Paula era tan dulce y tan buena además de bonita… estaba seguro de que su madre la adoraría si la conociera. Sin embargo, era obvio que a su madre le resultaba chocante la idea de que fuese a pasar el fin de semana con su secretaria, y en realidad no había nada entre ellos, así que decidió no decir más.

Su madre asintió.

–Parece una chica inteligente, y es muy bonita. Espero que lo pasen bien. Te mereces un descanso.

–Gracias, mamá –se le hizo un nudo en la garganta. Era tan dulce por su parte desearle que se divirtiera cuando ella iba a estar allí encerrada… La ira y la frustración volvieron a revolverse en su interior–. ¿Por qué te tienen aquí retenida? Nadie nos dice nada, y no comprendo por qué se niegan a dejarte salir bajo fianza.

–¿Por qué no nos sentamos? –lo invitó su madre, señalando la mesa y las sillas con la palma de la mano.

Como si en vez de en la cárcel estuvieran en su casa. Los dos tomaron asiento y ella apoyó los brazos en la mesa y se inclinó hacia delante.

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