miércoles, 9 de enero de 2019

Rendición: Capítulo 56

Paula intentó mantener la compostura. Pedro no la amaba…

Algo andaba mal, caviló Pedro. Al llegar al hospital, ella había llorado, aceptando de forma sana la situación de su madre. Pero, desde que había vuelto del estanco, tenía una expresión extraña. Una enfermera les recordó que la paciente necesitaba descansar. Le estrecho la mano a la señora Chaves.

–Coma. Descanse. Haga lo que le dicen.

–Lo haré, te lo aseguro –dijo y abrazó a su hija con ojos llenos de pesar.

Paula salió delante de él a toda velocidad. Decidieron quedarse en un hotel cercano al hospital, para visitar a la señora Chaves todo lo posible. Nada más entrar en su habitación, se quedó dormida. Pedro vió la televisión sin volumen. Revisó su correo electrónico en el teléfono y mandó mensajes a sus hermanos y su padre.

Paula se despertó justo antes de las seis.

–Es hora de volver –dijo ella, apartándose el pelo de la cara.

–Tienes que comer.

–No tengo hambre.

–Una sopa, aunque sea –insistió él, preocupado por su mal aspecto.

–No puedo. No quiero perderme las horas de visita.

Fueron caminando al hospital. Paula se había cepillado el pelo y se había hecho una cola de caballo. Parecía más joven y vulnerable que nunca.

–¿Puedes examinarla para ver si los médicos van por el buen camino? –preguntó Paula en la entrada, deteniéndose un momento.

–No soy su médico. No sería apropiado –objetó él, encogiéndose
de hombros.

–¿Y si ella lo solicita? Sería como una segunda opinión o algo así. Por favor, Pedro.

–Solo si tu madre quiere –contestó él. No podía negarle nada a esos ojos suplicantes.

–Querrá.

–Esperaré aquí para que puedan hablarlo en privado.

Mientras esperaba en el pasillo, Pedro adivinó que Paula esperaba que hiciera un milagro. Pero él no sabía hacerlos. Cuando entró en la habitación, la señora Chaves tenía los ojos cerrados y respiraba con dificultad. Paula asintió.

–Dice que sí. Una enfermera viene para acá con unos papeles que tienes que firmar.

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