viernes, 18 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 7

Paula no pegó ojo esa noche. Por la mañana tenía el pelo hecho un desastre y tuvo que usar el rizador para darle un poco de vida a su melena castaña, que le caía sobre los hombros. Se maquilló con esmero, queriendo estar tan bonita como Pedro la había hecho sentirse la noche anterior. ¿Había cambiado en algo su aspecto ahora que la había besado? La verdad era que no. Pedro podría echarle al whisky la culpa de su comportamiento, pero ella se había dejado llevar por la fascinación que sentía por él desde hacía años. Había caído rendida en sus brazos sin protestar y lo había besado con auténtica pasión. Se había puesto su traje negro de chaqueta y pantalón más elegante. Lo había comprado en las rebajas de una boutique de moda. Dio un paso atrás para mirarse en el espejo de pie, preguntándose si tenía el aspecto de una mujer con la que saldría alguien como Pedro Alfonso. Sabía lo que su madre le diría: «Tienes buena figura; deberías ponerte ropa que la enseñase un poco más». Pero aquel no era su estilo. Además, lo último que quería era un hombre al que le importasen más sus pechos que su cerebro.

Se puso su gabardina de Burberry’s, clásica, pero elegante. Prefería un estilo conservador y recatado, un estilo que dejara claro que era profesional. Quería que la gente la tomara en serio. Nunca había flirteado con su jefe, y una vez más sintió miedo de que pudiera haber puesto en peligro su empleo. ¿Y si Pedro estaba tan avergonzado por lo ocurrido la noche anterior que decidía prescindir de ella? El corazón le golpeaba violentamente las costillas cuando entró en el edificio de oficinas del Grupo Alfonso una media hora más tarde. ¿Cómo se suponía que debía saludar a su jefe después de lo de la noche pasada? ¿Estaría furioso por que lo hubiese emborrachado y los hubiese puesto a los dos con ello en una situación comprometedora? O quizá ni siquiera recordase que la había besado.

La puerta de su despacho estaba cerrada. Colgó en el perchero su gabardina con manos temblorosas y se secó las palmas húmedas en la falda antes de acercarse. Levantó la mano para llamar, vaciló, y justo cuando iba a darse media vuelta se abrió la puerta. El saludo educado que había estado ensayando mentalmente huyó de sus labios al ver a Pedro frente a sí. Había esperado encontrárselo con aspecto desaliñado y cansado, pero en vez de eso estaba bien arreglado y llevaba un traje perfectamente planchado. Los ojos de Pedro brillaron divertidos.

–Buenos días, Paula.

–Buenos días –contestó ella de sopetón, hecha un manojo de nervios.

¿Por qué de repente le parecía aún más guapo que de costumbre? Tal vez fuera porque ahora sabía cómo eran sus besos. Hizo un esfuerzo por no pensar en eso y centrarse.

–¿Has descansado?

–Dadas las circunstancias he dormido muy bien –respondió él apoyándose en el marco de la puerta sin apartar sus ojos de los de ella–. Me costó conciliar el sueño después de ese beso.

Sus ojos azules ardían, y su voz había adquirido un tono sugerente al pronunciar esas palabras. Paula se mordió el labio para reprimir una sonrisa.

–A mí también –dijo. Se sentía aliviada de que Pedro no estuviera intentando hacer como que lo de la noche anterior no había pasado–. Me alegra verte mejor esta mañana.

–He seguido tu consejo: no tiene sentido dejarme vencer por la presión cuando necesito todas mis energías para ganar la batalla.

–Así se habla –contestó ella con una sonrisa. Ese era el Pedro al que admiraba–. Bueno, ¿Y qué hay en el orden del día para esta mañana?

Pedro ladeó la cabeza ligeramente y le dijo en un tono más bajo:

–Lo primero que tengo yo marcado en mi agenda es conseguir una cita para esta noche.

A Paula casi se le paró el corazón.

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