miércoles, 30 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 21

–Eres preciosa –le susurró él–. Y la luz del atardecer te sienta maravillosamente.

–A lo mejor debería llevarla más a menudo –bromeó ella.

–Ya lo creo que sí. Y tengo el presentimiento de que la luz del amanecer te sentará igual de bien.

–Supongo que tendremos que levantarnos muy temprano para averiguarlo.

A pesar del tono despreocupado que empleó, Paula sintió una punzada de nervios en el estómago. Cuando llegase el alba habrían yacido juntos; habrían hecho el amor. ¿O tal vez no? Eso fue lo que se preguntó cuando Pedro la llevó a un dormitorio, le dijo que deshiciera la maleta y desapareció. Quizá no fueran a hacerlo después de todo. El armario estaba vacío a excepción de unas cuantas pechas y un sencillo albornoz blanco. La habitación tenía un baño con un set de artículos de aseo, como si estuvieran en un hotel. Guardó en el armario la poca ropa que había llevado consigo y se cambió el traje de chaqueta y falda que vestía por sus vaqueros favoritos y una camisa verde que hacía resaltar sus ojos. Salió al pasillo y al oír a Pedro silbando una canción se guió por el sonido hasta llegar a otro dormitorio con la puerta entreabierta.

–¿Ya has acabado de deshacer tu maleta? –le preguntó al verla entrar Pedro, que estaba colgando la chaqueta del traje en el armario.

También se había quitado la corbata y se había doblado las mangas de la camisa, dejando al descubierto sus varoniles antebrazos. Paula asintió y bajó la vista a la maleta de él, que estaba abierta en el suelo, a medio deshacer. De modo que sí iban a dormir en habitaciones separadas. Debería sentirse aliviada, pero en vez de eso sintió una punzada de decepción. Quizá, mientras que ella había estado esperando un romance apasionado, él solo tenía intención de pasar un fin de semana relajado, lejos de sus problemas.

–Nunca te había visto con vaqueros –los ojos de Pedro descendieron por sus piernas, haciéndola sentir acalorada–. ¡Lo que me estaba perdiendo!

–Yo tampoco te he visto a tí nunca con vaqueros –dijo Paula con una sonrisa, mirando su maleta abierta, donde había unos de color azul oscuro.

–Pero los míos no se abrazan a mí como a tí los tuyos – respondió él con una sonrisa lobuna.

–Pues es una lástima.

Aun con el pantalón del traje se le notaba lo musculoso que estaba. Jugaba mucho al tenis y al squash, y también participaba en competiciones de vela. Sin duda el resto de su cuerpo, igual que su rostro y sus brazos, debía estar bronceado de pasar tantas horas expuesto al sol, y Paula esperaba poder comprobarlo pronto para comparar con las imágenes de él desnudo que se habían forjado en la imaginación.

–¿Tienes hambre? –le preguntó Pedro.

Por el modo en que estaba mirándola no parecía que estuviese pensando en comida, sino más bien en otra cosa.

–La verdad es que sí. Los nervios del vuelo han debido abrirme el apetito.

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