lunes, 21 de enero de 2019

Amor Complicado: Capítulo 14

–Creo que debería irme a casa ya –balbució.

–Ni hablar –replicó él, sujetándola con firmeza por la cintura–. Cinco años, cinco besos.

–En mi contrato no decía nada de besos.

–Pues claro que sí; estaba en la letra pequeña. No debiste leerlo bien –dijo él con ese brillo travieso en los ojos mientras inclinaba la cabeza de nuevo.

Los labios de Paula se entreabrieron por instinto, y la lengua de Pedro se entrelazó con la suya, haciéndola temblar como una hoja al viento. Las rodillas le flaquearon, y se aferró a él por temor a perder el equilibrio.

–¿Por qué hemos esperado tanto? –inquirió él en un susurro, despegando sus labios de los de ella.

Paula no contestó. No había lugar en ese momento electrizante para explicaciones aburridas sobre las expectativas que tenía a largo plazo para su carrera. El beso número cuatro los pilló desprevenidos, y ella volvió a cerrar los ojos, perdiéndose en las sensaciones maravillosas que estaba experimentando. Tan extasiada estaba que, cuando sus labios se separaron de nuevo, no sabía si había pasado un minuto o una hora.

–Seguro que estarás preguntándote si voy a pedirte que pases la noche conmigo –dijo Pedro mirándola a los ojos, con los brazos aún en torno a su cintura. Pero no voy a hacerlo.

Paula sintió una punzada de decepción. ¿Acaso había decidido que en realidad no estaba interesado en ella? Tal vez esos besos que a ella la habían hecho sentirse como si estuviera en llamas solo habían sido una serie de pruebas que no había pasado.

–No voy a hacerlo porque siento el más absoluto respeto hacia tí –añadió él muy serio.

A Paula se le cayó el alma a los pies. ¿Iba a darle la charla de «Te valoro demasiado como empleada y no quiero estropear las cosas»?

–Porque sé que eres una dama y te sentirías ofendida si te lo pidiera en nuestra primera cita –dijo Pedro poniendo sus manos sobre las de ella–. Y yo sigo siendo lo bastante caballeroso como para resistir la tentación.

Paula se sintió conmovida. Quería ir despacio porque la respetaba.

–Pero no voy a dejar que te marches sin un último beso –Pedro se inclinó hacia ella y el olor de su colonia la envolvió.

Un profundo alivio inundó a Paula cuando sus labios volvieron a fundirse. No estaba rechazándola, pensó, respondiendo al beso con pasión.

–Además –murmuró él cuando terminó el beso–, como vamos a pasar todo un fin de semana juntos, aunque estoy impaciente, me parece que sería codicia por mi parte pedirte también que pasaras la noche conmigo.

Paula seguía teniendo dudas a ese respecto. Un fin de semana entero era mucho tiempo, y si las cosas se le escapaban de las manos no habría vuelta atrás. Aunque probablemente a esas alturas ya nada volvería a ser como antes entre ellos.

–¿Y qué tendría que llevarme? –inquirió.

–Solo ropa para un par de días. La casa está equipada con todo lo necesario.

–¿Habrá alguien más aparte de nosotros?

Se moriría de vergüenza si sus hermanos estuvieran también allí, y se estremeció solo de imaginarlos cuchicheando y riéndose a sus espaldas.

–Por supuesto que no –contestó él, y la besó brevemente en los labios–. Tendremos las ochenta hectáreas de terreno para nosotros solos.

¡Ochenta hectáreas! Sí que debía estar en medio de ninguna parte para que la finca tuviera esa extensión… Desde luego tendrían la privacidad suficiente para hacer lo que quisieran.

–Debería irme ya. Mañana tenemos que trabajar, por si te has olvidado –le dijo a Pedro.

–Yo no tengo que preocuparme por nada. Tengo una secretaria muy eficiente que se ocupa de todos los detalles importantes por mí.

Paula lo miró boquiabierta, fingiéndose indignada.

–Pues tendré que fijar unas cuantas reuniones con inversores, de esas que te gustan tanto. Quizá a primera hora de la mañana.

–Me estás asustando. Yo que tenía pensado no ir a la oficina hasta las once o las doce, después de levantarme tarde y desayunar tranquilamente –dijo él.

Paula sonrió. Aunque estaba bromeando, se sentía orgullosa de que la considerase tan eficiente como para confiar en ella y no preocuparse. En ese momento parecía tan relajado que nadie diría que sus familia estaba envuelta en una maraña de problemas. Si las cosas salían bien ese fin de semana… ¿Quién sabía qué podría depararles el futuro?

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