viernes, 28 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 40

–Es una mala idea –murmuró él, bañándola con su aliento caliente.

Acto seguido, Pedro deslizó la mano dentro de las braguitas de ella, llegando a la piel desnuda. Paula llegó al orgasmo de inmediato, mientras él seguía acariciándola. Después, se acurrucó en su abrazo.

–No me refería a esto. Tú todavía no…

–¿Qué?

–Ya sabes. Quiero hacerte sentir bien.

–Lo has hecho, princesa. Pero no vamos a ir más lejos hoy. Uno de los dos tiene que tener algo de sentido común.

Ella suspiró y le lamió la barbilla.

–No sé por qué eres tan rígido. Estamos en un paraíso tropical. Se supone que eres mi novio. Y no estoy enferma. ¿Qué tiene de malo que te diviertas un poco mientras tanto?

–¿De veras eres tan ingenua?

–Estás siendo grosero. Y paternalista.

–Creo que eres una mujer increíble –afirmó él, acariciándole el pelo–. Y tienes un gran futuro por delante. ¿Por qué complicar las cosas con un viejo como yo?

–Tienes treinta años. No eres viejo.

–Bueno –repuso él, riendo–. Pero necesito tiempo. De todas maneras, tú vas a estar muy ocupada para tener una aventura. ¿No es así?

–Tal vez –reconoció ella a regañadientes–. Pero sigues siendo un mandón.

–Lo sé –repuso él, besándola en la coronilla–. Lo que pasa es que no podría perdonármelo si me aprovechara de tí. Así que no me presiones, por favor.

Paula contuvo las lágrimas a punto de brotar.

–Lo intentaré –susurró ella–. Aunque no te prometo nada.

Pedro se levantó de la cama. Soltar a Paula y comportarse como si nada importante hubiera pasado iba a requerir todas sus dotes de actor. Lo que sentía por dentro era pura agonía. La deseaba con una intensidad insoportable.

–Voy a pedir la comida –informó él, tomando el teléfono–. ¿Te parece bien?

–Como quieras –repuso ella con aspecto de estar enojada.

Él se fue al salón mientras Paula se duchaba, para no estar cerca cuando estuviera desnuda. Todavía le ardía la mano por haberla tocado. Había estado húmeda, caliente y dispuesta. Esa mujer era la fantasía de cualquier hombre. Se sentía como un idiota. Si sus hermanos supieran lo que estaba haciendo, se reirían de su ridícula nobleza. Aunque ellos habían dejado atrás hacía tiempo la vida de soltero y dormían cada noche con las mujeres que amaban. Él quería lo que ellos tenían, pero era un cobarde. No se atrevía a saltar al ruedo emocional. Por otra parte, Paula era todo un reto. Era impulsiva, tempestuosa y sensual. Si él la dejaba entrar en su corazón, podría hacérselo pedazos. Podía enamorarse de ella. Esa mujer tenía algo que le hacía volver a creer en los finales felices. Pero Pedro sabía lo que era ver morir a la mujer amada sin poder hacer nada para salvarla.

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