miércoles, 12 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 9

Para Pedro, era casi imposible seguir manteniendo su fachada de impasividad profesional. Si Paula moría, lo que era posible si sufría una recaída grave, no podría perdonárselo. Al convertirse en médico, había jurado no hacerle daño a nadie. Si la dejaba salir por esa puerta, estaría violando sus principios y su juramento de velar por la vida humana. Había visto la muerte de cerca demasiadas veces. Su madre, su novia, su amigo de la infancia. Por no mencionar a los pacientes que había visto fallecer mientras estudiaba medicina. Solo tenía una opción, a pesar de que sabía que era peligrosa. Si aceptaba, correría el riesgo de someterse a los impredecibles efectos secundarios que podía tener para su corazón el deseo que sentía por la deliciosa Paula Chaves.

–¿Cuándo me necesitarías? –preguntó él.

–Dentro de diez días, más o menos.

–¿Y dónde será el rodaje? Por favor, no me digas que la película de tus sueños tiene que hacerse en el corazón de la ciudad de Detroit.

–Has tenido suerte. Será en Antigua. Sol, arena, sangría…

–No bebo mucho. ¿Crees que eso será un problema… para dar el pego?

–Nada de eso. Yo apenas bebo tampoco.

Paula debió percibir su escepticismo.

–He alcanzado la edad legal para consumir alcohol en Estados Unidos hace solo unos meses y, en ese tiempo, no he tomado más que una copa de vino en las fiestas.

Paula era actríz, se recordó Pedro. Y muy buena. Representar el papel de joven inocente sería pan comido para ella. Sin embargo, él quería creerla. Y la creyó.

–Si aceptara, ¿durante cuánto tiempo tendríamos que estar allí?

Un brillo de esperanza se asomó a los ojos de Paula, provocándole aún más excitación.

–El director espera poder hacerlo en diez semanas y, luego, seguir en Los Ángeles. Las tomas de interiores se harán en un plató. Entonces, podrás volver a Montaña Alfonso.

–¿Qué pasaría si enfermas al regresar a California?

Ella se encogió de hombros.

–Mi madre estará conmigo. Y tengo un par de amigas de confianza. Pero la verdad es que, a esas alturas, ni el director ni el productor podrían permitirse despedirme, después de haber rodado casi la totalidad de la película. No les quedaría más remedio que esperar a que me recuperara.

–Lo has pensado muy bien.

–Puede que no tenga una carrera, doctor, pero me he licenciado en la sabiduría de la calle. Ahí fuera, quien no aprende rápido, no sobrevive.

–No me comprometo a nada hasta que hagamos un examen médico completo. ¿Estás de acuerdo?

–¿Tengo otra salida?

La atmósfera estaba muy cargada. Pedro notó cómo la sangre se le agolpaba en las venas.

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