miércoles, 5 de diciembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 63

–¿Y para eso has venido?

Pedro sacudió la cabeza.

–No, pero me ha ayudado a tomar la decisión.

–No comprendo –dijo Paula, atónita. Había seguido el consejo de su madre y había decidido no intentar resolver los problemas sentimentales de su hermana, pero de pronto temía que le hubiera sucedido algo grave–. ¿Qué le ha pasado?

–Preferiría contártelo en privado.

Paula cortó el impulso de Kevin de intervenir y dijo:

–Está bien. Vayamos a mi despacho.

Lo precedió sin mirarlo hasta que cerró la puerta.Entonces se volvió hacia él.

–¿Qué pasa con Delfina?

–Está muy bien –dijo Pedro, sonriendo–. De hecho, se ha casado con Lucas.

Paula tuvo que sentarse porque le temblaban las piernas.

–¿Qué? –preguntó, perpleja.

–A mí también me sorprendió. Apareció hace tres días buscándote –empezó a explicar Pedro, mientras Paula lo observaba y apreciaba lo cansado que parecía estar–. Lucas la había dejado y estaba devastada. No hacía más que repetir cuánto lo amaba.

Paula asintió. La descripción le resultaba familiar.

–Quería saber qué hacer –continuó él. Estaba muy alterado, se pasaba las manos por el cabello, se masajeó la nuca–. Pero ¿Cómo iba a poder aconsejarle yo?

–Puesto que no te interesan las relaciones, quieres decir –apuntó Paula.

Pedro la miró y tensó los hombros.

–Exactamente. Así que pensé qué habrías hecho tú.

–¿Y qué habría hecho? –preguntó ella con curiosidad.

–Hacerle una taza de té –dijo Pedro.

Paula sonrió con tristeza a la vez que intentaba librarse del nudo que tenía en la garganta.

–Seguro que fue de gran ayuda.

–Así es –dijo Pedro–. Y luego le dije que fuera a verlo, que Lucas todavía la amaba.

–¿De dónde te sacaste eso?

–De que Lucas le había dicho que no pensaba seguir amándola, ¡Como si eso pudiera decidirse libremente!

–Creía que para tí era una elección –dijo Paula con un hilo de voz.

–¡Es una estupidez! –Pedro la miró fijamente–. No puede impedirse, porque lo decide el destino. Como ha decidido que yo te ame.

Paula pensó que el mundo a su alrededor se detenía, incluido su corazón. Miró a Pedro con incredulidad.

–Te amo –repitió Pedro con voz ronca.

–¿Eso es lo que has venido a decirme? –preguntó Paula, titubeante.

Pedro la miró suplicante y de pronto dijo:

–¿No sabes decir «yo a tí también»?

Y por fin Paula comprendió y se dió cuenta de que lo que el rostro de Pedro reflejaba era miedo. Echándose en sus brazos, dijo:

–Yo también te amó –y besó su mejilla áspera por la incipiente barba, y sus cálidos labios.

Pedro la abrazó con tanta fuerza que apenas la dejó respirar, pero a ella le dió lo mismo. Los dos miraron a su alrededor al mismo tiempo llevados por el deseo, pero llegaron a la misma conclusión. No era el momento ni el lugar.

–Luego –prometió Paula–. Porque habrá un «luego», ¿Verdad?

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