miércoles, 26 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 34

–Pedro Alfonso… ¿De los Alfonso? –preguntó Rafael, mirándolo con interés.

–Así es.

–¿Le gustaría invertir en algunos proyectos de películas? – preguntó Rafael sin andarse con rodeos.

–Ahora mismo, ya tengo cubierto el cupo de inversiones – contestó Pedro, riendo–. Pero lo tendré en cuenta.

–¿Por qué tienen que estar siempre hablando de trabajo? –protestó Paula.

Rafael llamó a la camarera y le pidió otro whisky.

–Esta noche, nada de trabajo –se retractó el director–. Habrá tiempo de sobra para eso mañana. Dime, Pedro Alfonso, ¿Cómo has conocido a la señorita Chaves? Nunca te he visto en las fiestas de Hollywood.

Pedro pidió agua con gas y limón y se recostó en su asiento.

–Un amigo común nos presentó. Fue un caso de amor a primera vista por mi parte –afirmó él y le acarició el cuello a su acompañante–. Estoy muy orgulloso de ella. Se dice que tu película promete un Oscar.

–Es verdad –admitió Rafael y se bebió de un trago su copa–. Es mucha presión, ¿Sabes? A veces, preferiría ser fontanero.

Los presentes rieron. Brikman tenía gran carisma y poder. Todo el mundo quería formar parte de su círculo. Después de comerse entero un plato de sopa de pescado, Paula le tocó en el brazo a Rafael.

–Disculpa, voy a mezclarme con la gente –se excusó ella y le dió un beso a Pedro en la cabeza–. Quédate aquí, cariño. Habla con el señor Brikman. Ahora vuelvo.

Durante la siguiente hora y media, Pedro la observó recorrer la sala. Su reputación de animal social era bien merecida. Cada vez que se paraba a charlar con un grupo, enseguida, surgían risas. Lo mismo le daba mezclarse con los cámaras que con los actores.

–Es un milagro de mujer –comentó Rafael, meneando la cabeza–. No tiene nada de diva. No entiendo por qué nadie antes que yo le ha dado la oportunidad de demostrar lo que vale. Es una chica increíble.

–Eso mismo pienso yo.

Otra persona comenzó a hablar con Rafael y Pedro aprovechó la oportunidad para observar a Paula en su elemento. Iba de una mesa a otra, se presentaba ante los desconocidos y abrazaba a la gente que conocía. Ni una vez bebió otra cosa que agua. Y, aunque la mariguana estaba circulando sin cortapisas por el comedor, ella declinaba todas las ofertas con una sonrisa. Los hombres coqueteaban con ella. Las mujeres le contaban cotilleos. Sin la presencia de Paula, aquella reunión hubiera sido una fiesta anodina. Con ella, era todo un evento.

A las nueve en punto, Paula volvió a su mesa. Le puso a Pedro un brazo en el cuello con naturalidad y tomó un puñado de cacahuetes de la mesa.

–Es hora de irnos a la cama, señor Alfonso. Me han dicho que el nuevo director es un ogro cuando alguien llega tarde por la mañana.

–Así es –asintió Rafael, se puso en pie y bostezó–. Toda esta gente se quedará aquí hasta las tantas, pero yo me voy a dormir también.

Pedro le estrechó la mano.

–Ha sido un placer conocerte, Rafael. Tengo muchas ganas de verte en acción.

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