miércoles, 19 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 25

–Bienvenida a Antigua –saludó la mujer, sin aliento–. Soy su asistente personal, Karen Logan. Iremos directos al hotel, si está lista.

Karen ignoró a Pedro por completo, centrándose de lleno en Paula. Era una mujer de unos treinta y pico años, con una larga trenza que le llegaba a la cintura y gruesas gafas de pasta. Paula le tendió la mano con una débil sonrisa.

–Hola, Karen. Me alegro mucho de conocerte.

Karen parpadeó, tal vez, sorprendida por lo afable que se mostraba la superestrella de la gran pantalla. Se quedó callada un momento, dudando cómo responder.

–He pagado a un mozo para que se ocupe de sus maletas. ¿Quiere algo de beber en el coche?

–¿A qué distancia está? –preguntó Paula, bostezó y se frotó los ojos como una niña somnolienta.

–A veintinueve minutos.

–¿Ni veintiocho ni treinta? –replicó Paula, sonriendo–. Debes de ser muy buena en tu trabajo –bromeó.

La asistente titubeó, insegura.

–¿Entonces quiere algo de beber?

–No, gracias. Tomaré algo en el hotel –respondió Paula, tomó de la mano a Pedr y lo atrajo a su lado–. Este es mi novio, Pedro.

–Lo siento mucho –se disculpó Karen, sonrojándose–. No me había dado cuenta de que viajaba acompañada. No lo tenía en mis notas –explicó, revisando nerviosa su plan del día–. Bienvenido, señor…

–Alfonso. Pedro Alfonso–se agachó para recoger del suelo un par de notas adhesivas que se le habían despegado del papel–. No te preocupes, Karen. Voy a ver si están todas nuestras maletas.

Mientras Paula se metía en el coche, dejando al descubierto una de sus largas piernas, Pedro echó un rápido vistazo al maletero y comprobó que estaba todo. Karen se sentó delante del volante, arrancó y salió con un acelerón que hizo que sus pasajeros se aplastaran contra el respaldo.

–Lo siento –dijo Karen–. Enseguida empezará a funcionar el aire acondicionado –indicó y condujo con gran concentración, aferrada con fuerza al volante.

Paula se limpió el sudor de la frente.

–No había paparazzi. Menos mal. Brad y Angelina deben de estar haciendo algo interesante esta semana. Recuérdame que les mandé una nota de agradecimiento –bromeó ella y se inclinó hacia delante, tocándole en el hombro a Karen–. ¿Qué plan tenemos para hoy?

–Conocer al equipo del rodaje y una fiesta en el comedor del hotel a las ocho –contestó Karen, sin pestañear–. Tiene que estar mañana lista a las cinco de mañana. Rafael le pondrá al corriente de cómo van a empezar.

Paula arrugó la nariz, pero no protestó. Pedro no se quedó tan tranquilo como ella. ¿A qué hora iba a tener que levantarse para estar preparada? Pero, al parecer, eran gajes del oficio.

–¿Rafael? –preguntó él.

–Rafael Brikman, el director –explicó ella–. Es una leyenda. Estoy muerta de miedo.

–¿Quién es el otro protagonista?

–Un chico del que no has oído hablar… Javier England. Es su primera gran película. Va a ser un desastre.

–¿Qué quieres decir?

–Solo ha hecho algunos anuncios y papeles cortos en teleseries. Hizo una prueba para la película y lo contrataron. Al parecer, era justo lo que el director buscaba. Además, le pagarán una basura, lo que les viene bien, pues mi sueldo les ha dejado sin presupuesto para más.

Pedro frunció el ceño, pensando que la Paula Chaves que tenía delante no tenía mucho que ver con la joven frágil y desvalida que había ido a verlo a la montaña Alfonso. Allí, en su ambiente, parecía una mujer llena seguridad y madurez.

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