miércoles, 26 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 33

–Te vas a quedar ciego –señaló ella, sin quitarle los ojos de encima.

–¿De qué diablos estás hablando?

–De la masturbación.

Pedro se sonrojó. No había manera de que ella lo supiera. Solo era un farol, se dijo a sí mismo.

–¿Estás lista? Siento haberte hecho esperar.

Paula ladeó la cabeza y balanceó sus pies, embutidos en unos tacones de aguja de color verde.

–¿Cuántas veces vas a tener que hacer eso antes de poder dormir conmigo?

Pedro se abotonó la camisa y se sentó en el borde de la cama para atarse los zapatos.

–Tienes mucha imaginación, Paula. Y un poco perversa. Me he dado una ducha. Fin de la historia.

Para su alivio, Paula decidió dejar de atormentarlo.

–Estoy a punto de desmayarme de hambre –dijo ella, poniéndose en pie y colocándose los pliegues de la falda de tafetán–. Vamos con los demás.

Caminaron por el sendero iluminado solo por pequeños faroles a la altura de los tobillos, envueltos en un escenario lleno de romanticismo. Pedro se esforzó en no rozarla siquiera. El restaurante estaba en el lado opuesto de la finca, construido sobre pilares encima del agua. La música invadía el lugar. En el mar, la luna creciente pintaba un reguero de luz blanca sobre el agua. Pedro habría preferido dar un paseo en vez de estar rodeado de extraños. Pero tenía una farsa que representar y era el momento de poner en escena el acto primero. Paula entró con seguridad por la puerta, llevando a Pedro con ella de la mano. Para él, fue una sensación muy extraña, pues estaba acostumbrado a ser el dueño de sus propios movimientos. Pero, por ella, trataría de ser complaciente. Karen los miró desde una esquina, los saludó con la mano y volvió a centrar su atención en los papeles que llevaba en la mano. En una silla en el centro, estaba el director, Rafael Brikman, un hombre con la misma cara de Papá Noel. Había conseguido triunfar en la industria del cine empezando desde abajo. No solo tenía talento, también tenía buenos contactos. La revista Time lo había nombrado uno de los directores más influyentes de Hollywood. Paula se dirigió hacia él directamente.

–He venido a fichar, señor –se presentó ella con una sonrisa.

A juzgar por la reacción del director, parecía encantado con su primera actriz. Se puso de pie de un salto y le dió un beso en cada mejilla. A continuación, colocó una silla al lado de la suya y la invitó asentarse. Paula tiró de Pedro.

–Rafael, me gustaría presentarte a Pedro Alfonso. Se va a quedar aquí conmigo –anunció ella y le dió un beso con entusiasmo.

–No podría separarme de tí –dijo Pedro, ayudando a Paula a sentarse. Se sentó a su lado, muy cerca, y la rodeó con un brazo, acariciándole la nuca–. Una mujer como Paula puede conseguir que cualquier hombre lo deje todo por ella. Espero que no le importe, señor.

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