viernes, 28 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 37

Ella tomó una galleta de una bolsa abierta, obligándose a tragar. Tenía el estómago encogido por los nervios. Miró por la ventanilla. Todo estaba oscuro fuera.

–Relájate, Paula. ¿Eres siempre tan inquieta?

Cuando Pedro le tocó el brazo, ella se sobresaltó. Soltó una risita nerviosa.

–A veces, peor. Pero se me pasará. Dentro de tres o cuatro días, me habré acostumbrado a la rutina. Pero siempre es así al principio.

Pedro le frotó la espalda para darle ánimos.

–¿Es ahora cuando tengo que decirte que te imagines a todos tus compañeros de reparto en ropa interior?

–Por favor, no –pidió ella, riendo.

Él le dió la mano, ofreciéndole su fuerza. Era agradable tener un compañero, pensó ella y, de pronto, entendió por qué tantos actores se llevaban a su pareja al rodaje. El consuelo de ver una cara familiar tras un largo día ayudaba a disipar el estrés.

Karen tomó una curva y giró a la derecha para seguir por un camino sin asfaltar que conducía a la playa. La luna todavía estaba en el cielo, pero había mucha luz artificial iluminando la escena. Cuando se bajaron del coche, Paula miró a su alrededor, llena de la excitación que siempre generaban los nuevos proyectos. Pedro estaba a su lado, terminándose la tercera taza de café.

–Puedes encontrar comida y lo que necesites ahí –indicó ella, señalando una tienda muy grande–. Si quieres dormir un poco más, el coche estará abierto. Tengo que ir a peluquería y maquillaje. ¿Estarás bien?

Él la sorprendió con un cálido beso con sabor a café.

–Soy un chico mayor. No te preocupes por mí. Ve a hacer tus cosas.

Paula le acarició la mejilla.

–Me alegro de que estés aquí –afirmó ella con sinceridad, acariciándole la mejilla.

–Y yo. Ahora, tranquila. Lo vas a hacer genial.

Paula se alejó con una sonrisa en la boca y se giró un instante para comprobar que él la estaba siguiendo con la mirada. Se preguntó qué estaría pensando. Momentos después, el frenesí de los preparativos capturó toda su atención. Pero, a pesar de la confusión, sabía que Pedro Alfonso estaba de guardia, velando por ella.



Pedro se quedó admirado al comprobar cómo docenas de individuos parecían saber qué hacer en aquel caos que era el proceso de rodaje. Rafael era quien daba las órdenes, con su voz de fumador empeorada por la falta de sueño. Paula había desaparecido entre la multitud, dentro de unas tiendas de campaña. A pesar de lo temprano que era, su belleza no había mermado en nada. Incluso con cinco horas de sueño, parecía fresca como una rosa. Pedro tomó una silla de acampada y se colocó en un sitio desde donde podía verlo todo, sin estar en medio. Cuando Paula apareció cuarenta y cinco minutos después, tardó en reconocerla. Rafael levantó las manos en un gesto de adoración y fue entonces cuando él cayó en la cuenta de quién era. Violeta, la cortesana. Llevaba ropas de época, un vestido de satén púrpura. Tenía el pelo recogido en un complicado moño, con rizos sueltos en la nuca y las orejas. El escote era muy pronunciado y exponía sus suaves pechos, colocados de forma voluptuosa.

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