miércoles, 26 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 32

–Me pido primero para la ducha.

–No es justo –protestó Paula, siguiéndolo por el camino a la cabaña–. Tú puedes usar la ducha exterior. Nadie va a espiarte.

–No me ofendas –bromeó él.

Paula se fue directa al dormitorio y él sacó de la maleta calzoncillos limpios y el neceser. Mientras se enjabonaba el pelo, se la imaginó allí con él, con la piel resbaladiza por el jabón. En cuestión de segundos, su erección era impresionante y dolorosa. Iba a ser una noche muy larga. Y, cuando regresaran a la casa, la cama iba a convertirse en un potro de tortura. Con los ojos cerrados, fantaseó con hacerle el amor, sumergiéndose entre sus tersos muslos y penetrándola en profundidad. Su fantasía fue cobrando forma, como el guion de una película… Paula se ríe de él, provocándolo, tentándolo.

–¿No sabes hacerlo mejor, doctor? He estado esperándote. Muéstrame cuánto me deseas.

Con un incendio entre las piernas, él la agarra de los glúteos, apretándola contra su cuerpo. Los dos gimen.

–Eres muy hermosa. Increíblemente hermosa.

Con el rostro hundido entre sus pechos, le chupa un pezón, haciéndola gemir de nuevo.

–Vamos –grita ella–. Estoy cerca.

Él hace una pausa, sin aliento, echándose hacia atrás para retrasar la eyaculación.

–Querré hacerlo otra vez –promete él–. En cuanto hayamos terminado.

–Tendrás que pillarme primero –provoca ella, mordiéndole el cuello y llevándolo al clímax.

Pedro se miró la mano cerrada alrededor de su miembro, tratando de acallar un gemido al llegar al orgasmo. Cayó de rodillas sobre el suelo de la ducha, mareado y débil. Como su propia fantasía había predicho, seguía deseando poseerla. El agua le caía sobre los hombros. Cuando empezó a salir fría, se puso en pie y cerró los grifos. De pronto, le aterrorizó salir del baño. ¿Y si no podía contenerse y la lanzaba sobre la cama para tomarla como un loco? Él había elegido el celibato para enterrarse en el trabajo y, así, olvidar su trágico primer amor. Después de la muerte de las dos mujeres más importantes de su vida, había perdido la capacidad de relacionarse con las féminas. Por eso, había preferido negarse a sí mismo el sexo. Durante mucho tiempo, había conseguido tener toda su vida bajo control, encajando su futuro y su trabajo bajo rígidos parámetros. Sin embargo, la repentina aparición de Paula lo había cambiado todo y, de pronto, se sentía como un animal herido sin ningún sitio donde esconderse. Se secó y se puso la ropa interior. Cuando salió, se encontró con Paula fuera, esperándolo.

–Parece que no te preocupa mucho malgastar agua –comentó ella, observándolo con interés desde un sillón.

–¿Es que eres la policía del agua? –se defendió él.

Ignorando el hecho de que ella estaba por completo vestida y él, medio desnudo, Pedro se acercó a su maleta y sacó unos pantalones negros de vestir. Se los puso despacio, notando cómo ella lo observaba. Como tenía el pelo chorreando, se lo secó con la toalla antes de ponerse la camisa.

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