viernes, 21 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 29

Aunque sabía que Pedro pensaba que estaba jugando con él. La verdad era, sin embargo, que ella no había ido más en serio en toda su vida. Necesitaba al médico. Y deseaba al hombre. Encima, había otra cosa más que no quería reconocer del todo. Nunca antes había conocido a nadie como él. A veces, ella tenía ganas de derrumbar su escudo de granito. Y, en otras ocasiones, ansiaba refugiarse en su fuerza. Él le hacía sentir cosas en un lugar muy profundo del corazón… cosas que no había experimentado nunca antes. Durante un momento, Paula reflexionó si sería mejor enviarlo a casa y prescindir de sus servicios. Él había abandonado su rutina por ella y por su sentido del honor y la integridad. Pero era peligroso para ambos. Pedro no quería sentirse atraído por ella. Y ella no quería ser una obra benéfica para él. Estaban en un buen dilema. Después de ponerse un batín sobre el traje de baño, metió unas cuantas cosas en su bolsa de playa y llamó a la puerta que la separaba de Pedro.

–¿Estás visible? –llamó ella con el corazón acelerado.

Pedro abrió la puerta.

–Yo, sí. Pero tú, no –observó él, mirándola de arriba abajo y posando los ojos en sus piernas. Suspiró–. Voy a ir a la piscina con una estrella de cine. Vas a ver cuando se lo cuente a mis amigos.

–No me hagas reír –se burló ella, pasando por delante de él, aliviada porque el tono de la conversación fuera más ligero–. Eres demasiado brillante e importante como para perder el tiempo alardeando con tus amigos.

Pedro cerró la puerta tras ellos y rodeó a su acompañante por los hombros.

–Te crees que lo sabes todo sobre mí, princesa. ¿Acaso te parezco aburrido? A veces, me suelto la melena.

–¿Cuándo? A mí me parece, más bien, que eres de los que se encierran en su laboratorio cuando buscan diversión. Admítelo.

–Igual. Cuando me emociono y los resultados apuntan en la misma dirección de mis pesquisas. Pero, quizá, es porque no tengo ninguna motivación para hacer otra cosa. No soy un tipo muy social, por si no te habías dado cuenta.

El paseo a la playa era muy corto. Sin embargo, con el brazo de Pedro alrededor del los hombros, a Paula se le hizo interminable. Le costaba respirar.

–Creí que habías dicho que nada de tocarnos.

Él se detuvo, recogió una buganvilla magenta y se la colocó a ella detrás de la oreja.

–Estamos en público. Estoy haciendo mi papel de novio –le susurró él–. Como ahora.

Fue un beso fugaz. Sin duda, dirigido a dar el pego ante posiblesobservadores. Sin embargo, a Paula le caló muy hondo. Se tropezó cuando comenzaron a caminar de nuevo y tuvo que agarrarse al brazo de él para no caerse.

–Lo siento –murmuró ella, encogiéndose porque se había hecho daño en el tobillo.

–¿No podías haberte puesto un par de chanclas como todo el mundo? –le reprendió él.

Cuando llegaron, Pedro la soltó y extendió las toallas. Paula se quitó las sandalias de tacón de cuña de corcho, que no eran nada prácticas, la verdad.

–La moda es lo primero en mi trabajo, doctor. No puedo ponerme cualquier cosa. Tengo que cuidar mi imagen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario