viernes, 14 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 13

No volvería a ponerse en esa situación nunca más. Era demasiado doloroso. Por eso, con Paula, tomaría precauciones. Sería su amigo, su protector, su médico. Y nada más.

Paula observó a Pedro con atención. Lo cierto era que estaba fascinada con él. Emanaba poder y fortaleza. Y le daba deseos de lanzarse a sus brazos y cobijarse en su solidez. Para ella, coquetear era algo natural y, aunque fuera injusto para Pedro, no podía evitar ponerlo a prueba. Necesitaba comprobar si era capaz de romper su escudo. Pedro terminó lo que estaba haciendo y la miró con cautela.

–Lo de cambiarte de ropa lo decía en serio –dijo él.

Paula se bajó de la camilla pero, al momento, la habitación comenzó a darle vueltas. Alargó la mano para agarrarse a algo y dió con el pecho del médico. Era ancho y firme, con fuertes músculos. Él la rodeó con un brazo e inclinó la cabeza hacia ella.

–¿Estás bien?

Estaban tan cerca que Paula percibió cómo a él le subía el color. Se apartó de su abrazo.

–Nunca había estado mejor –repuso ella sin fuerzas–. Sí, me gustaría cambiarme de ropa.

Pedro la condujo al pasillo.

–¿Quieres que saque tu maleta del coche?

Ella asintió, aunque se sentía clavada al suelo por un inesperado brote de timidez.

–Por favor. Está en el maletero. El coche está abierto.

Mientras Pedro salía, Paula entró en la consulta y agarró su bolso.

–Estás siendo muy amable, teniendo en cuenta que tienes reputación de ermitaño antisocial.

–No soy antisocial –se defendió él, titubeando–. Lo que pasa es que me gusta concentrarme en mi trabajo.

–Entiendo.

Paula lo siguió al salón, cubierto con una moqueta negra y con sofás blancos de cuero. Bonitos, pero fríos. Con algunos toques de color y aquí y allá, aquella casa podría ganar encanto y sofisticación, pensó ella. Lo atravesaron y salieron a otro pasillo. Él entró en la primera puerta abierta y dejó la maleta de Paula junto a una cama.

–El baño es todo tuyo, si lo necesitas –ofreció él–. Te esperaré en el salón.

–No sé si intentas manipularme o si es que eres una ingenua.

–Vaya –repuso ella, encogiéndose–. ¿No tengo una tercera opción?

–¿Cómo cuál?

–Me gusta concentrarme en mi trabajo.

Cuando Pedro rió ante su respuesta, Paula se sintió como si hubiera ganado la lotería.

–Touché –dijo él, con expresión más relajada–. ¿Por qué quieres quedarte aquí, Paula?

–Mi vuelo no sale hasta mañana. Los hoteles más cercanos están a una hora de aquí. No quiero correr el riesgo de que alguien me reconozca.

Pedro asintió, pensativo.

–Cámbiate. Luego, lo pensaremos –sugirió él y cerró la puerta.

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