viernes, 28 de diciembre de 2018

Rendición: Capítulo 39

–Entonces, te convertirá en una supernova.

–Eso está mejor –dijo ella, sonriendo.

–¿Ya has terminado por ahora? ¿Puedes irte?

–Claro. Me cambiaré en un momento. Dile a Karen que estamos listos.

Paula se quedó dormida en el coche en el camino de vuelta, con la cabeza apoyada en el hombro de él. Pedro era el único que sabía que estaba demasiado débil para hacer grandes esfuerzos. La abrazó contra su pecho, preocupado por lo pálida que estaba. Karen lo miró por el espejo retrovisor.

–¿Los llevo directamente a la villa o quieren comer algo primero en el restaurante?

–Creo que pediremos servicio de habitaciones –contesto él, tras pensarlo un momento.

–De acuerdo.

Cuando estacionaron delante de su alojamiento, Paula no se despertó. Pedro la miró con inquietud.

–Creo que no ha dormido mucho. Supongo que por los nervios. La llevaré dentro –le dijo él a Karen.

La asistente no hizo ningún comentario, pero abrió mucho los ojos. Él esperaba que no fuera una cotilla.

En la cabaña, Pedro depositó a Paula sobre la cama.

–Duérmete conmigo –pidió ella, entreabriendo los ojos.

Pedro titubeó. Estaba agotado. Los dos estaban vestidos.

–¿No quieres comer algo? –preguntó él, ganando tiempo antes de tomar una decisión. Estaba demasiado excitado.

Aunque admiraba su fuerza de voluntad y autocontrol, Paula no podía dejar poner sus fuerzas a prueba. Desde que se habían conocido, no había dejado de tentarlo y provocarlo, obligándole a darle algo… lo que fuera.

–Creo que me has estado mintiendo –señaló ella de pronto, decidida a sacar a la luz sus peores miedos.

–Yo no miento –replicó él con una fiera mirada.

–Has estado inventándote excusas para no tener nada conmigo. Nos deseamos, Pedro. Y no hay razón para que no estemos juntos. Sé honesto. Lo que dijiste sobre que soy demasiado joven o que tú eres mi médico no son más que excusas.

–También podemos tener en cuenta el hecho de que nos conocemos hace apenas unas horas.

–Nimiedades –señaló ella y se acercó para besarlo con suavidad–. Quiero que seas sincero. ¿Te estás conteniendo porque piensas que soy una promiscua y eso… te desagrada?

Pedro se sentó, la sujetó por la nuca y la besó con pasión.

–No seas ridícula. ¿Es que crees que busco una monja? No creo en la doble moral.

–Entonces, démonos una oportunidad –pidió ella, susurrando las palabras en el cuello de él.

Cuando él le puso la mano entre los muslos, sin embargo, Paula se puso tensa. Una cosa era atormentarlo y otra muy distinta era ser atormentada. Frotando con suavidad, él se concentró en su punto más sensible. Paula gimió, presa de un placer líquido y eléctrico. Estaba claro que Jacob conocía bien la anatomía femenina. En cuestión de minutos, la llevó al borde del éxtasis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario