miércoles, 5 de diciembre de 2018

Una Noche Inolvidable: Capítulo 64

–¡Por favor, dí que sí!

–Lo habrá –dijo Paula, consciente de que él necesitaba oírlo–. Lo habrá. No pasará lo mismo que con Aldana.

–Eso no puedes saberlo –dijo él con voz dolida.

–Tienes razón, aunque no sé qué pasó.

–Tuvo un aneurisma. No sabíamos que le pasara nada y dos días antes de la boda... –se le quebró la voz.

Paula lo besó y luego apoyó su mejilla en la de él.

–Lo siento, lo siento mucho.

–Y yo. Fue por mi culpa.

–Los aneurismas no son culpa de nadie.

–No, pero soy culpable de haber retrasado la boda. A ella la casa le daba lo mismo. No debía haberle hecho esperar.

–Es imposible adivinar el futuro.

–Lo sé, pero no puedo evitar pensarlo –dijo Pedro–. Quería morirme y decidí no volver a pasar nunca por lo mismo –miró a Paula con ojos implorantes–. O al menos lo he intentado hasta ahora.

–Me alegro de que no lo hayas conseguido –dijo ella con dulzura.

–Yo también –dijo él, besándole la frente–. ¿Te quieres casar conmigo?

Por más que ansiara oír aquellas palabras, a Paula la tomaron de sorpresa.

–¿Es eso lo que quieres?

Pedro esbozó una sonrisa pensativa.

–Sí. Le pregunté a Delfina si no iba a luchar por Lucas, si no pensaba arriesgarse. Y me dí cuenta de que, si ella tenía el valor, yo también debía tenerlo –besó a Paula en los labios–. Te amo, Pau.

Paula le creyó, confió en él y le entregó su corazón.

–Yo también te amo, y sí, me quiero casar contigo.



El día de la boda, Pedro estaba aterrorizado a pesar de que no era supersticioso. Si Aldana había sido su primer amor, Paula era su amor para toda la vida, así que estaba seguro de no perderla.Y mientras esperaba a que bajara la escalera de la casa de su madre para ir al jardín, donde se celebraría la ceremonia, sentía que el corazón le latía desbocadamente y que el cuello de la camisa lo ahogaba. A su lado, su primo Nicolás, el padrino, murmuró:

–No pensarás desmayarte, ¿Verdad?

Pedro ni siquiera pudo contestar. Así que esperó. Hasta que finalmente, Paula apareció en lo alto de la escalera, con el rostro luminoso y con una sonrisa que parecía destinada exclusivamente a él.

–¿Tienes la alianza? –preguntó entre dientes a Nicolás.

Su primo puso cara de susto. A Pedro casi se le paró el corazón, hasta que Nicolás dijo, riendo:

–Claro que sí –se dió una palmada en el bolsillo–. Aquí mismo. No vas a librarte de esta.

–Ni quiero –dijo Pedro, al mismo tiempo que Paula llegaba al pie de la escalera y le tendía la mano. Tomándosela, le susurró–: Allá vamos.

Y la boda se celebró. Una ceremonia sencilla, con la familia y los amigos más íntimos, seguida de una fiesta en honor de ellos y de Delfina y Lucas. Paula y Pedro la abandonaron pronto para ir de viaje de novios.

–¿No vas a decirme dónde vamos? –preguntó ella.

–Pronto lo sabrás.

Estaban en el departamento, cambiándose, y la música y el murmullo de la fiesta se filtraba por las ventanas.

–Ni siquiera sé qué meter en la maleta –dijo Paula.

–Ya he hecho yo la maleta –dijo él.

 Y sin reaccionar a la cara de sorpresa de Paula, la tomó de la mano y bajó las escaleras. Al ver que en lugar de ir hacia el garaje, giraba hacia el bosque, ella comprendió súbitamente.

–¿Pedro?

Sin decir palabra, Pedro se limitó a tirar de ella. Paula no había ido a la casa de adobe desde que volvieran de Tailandia, y cada vez que lo había propuesto, Pedro había buscado alguna excusa para impedírselo. Cuando llegaron, una suave luz iluminaba el porche, en el que había dos butacas de cuero de estilo español. La casa estaba perfecta, él había elegido pintar la fachada del color verde original que contrastaba con la nueva madera, oscura y barnizada, y la luz que iluminaba cada ventana hacía que pareciera una casa de cuento.

–¡Qué preciosidad! –musitó ella–. ¿Vamos a pasar aquí la luna de miel?

–¿Te parece mal?

–¡En absoluto! Es el sitio ideal.

Pedro la llevó hasta la puerta principal y le dió un sobre que estaba clavado en ella.

–Es para tí –dijo. Y se lo dió.

Paula lo abrió con dedos temblorosos y empezó a leerlo, primero en voz baja y luego en alto:

—«Mi querida hija» –leyó con la voz quebrada–.«Cuando tu padre y yo vivimos aquí, esta casa rebosaba amor. Espero que tú y Pedro disfruten de la misma felicidad. La casa es tuya. Sé que tú y Pedro la van a convertir en un hogar maravilloso. Confío en que los recuerdos que tienes de ella y los que vas a crear, sean tan excepcionales como tú. Te quiero, mamá».

Paula hizo ademán de secarse las lágrimas que rodaron por sus mejillas.

–Permíteme –dijo él, inclinándose para besárselas.

–Mamá, mamá –susurró Paula.

Hacía años que no se refería a ella así.

–Exactamente. Y no Alejandra –dijo Pedro.

–Ya verás cómo se pone cuando alguien la llame abuela –dijo Paula, riendo.

Pedro rió a su vez.

–Espero que sea lo antes posible. Te amo, Pau –y tomándola en brazos, cruzó con ella el umbral de la puerta hacia la casa del pasado y del futuro–. De hecho, señora Alfonso, propongo que intentemos que ese «alguien» llegue lo antes posible.




FIN

1 comentario:

  1. Recién hoy me pude poner al día después de una semana agitada y me encantó este final!!!

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