domingo, 29 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 45

Pedro respiraba con pesadez y tardó algunos minutos en reponerse. Al fin se apartó de ella un poco, para luego volverla a tomar en sus brazos y reclinar la delicada cabeza femenina sobre su pecho.

—No pude contenerme —le murmuró—. Perdóname, querida. La próxima vez seré más paciente. ¡Es que había esperado tanto! —añadió apenado—. ¡La necesidad que tengo de tí me vuelve loco!

Durmieron un poco; luego Paula se despertó al sentir de nuevo las manos de Pedro sobre ella, y de inmediato se sintió tensa, tensión que aumentó con la voz de su marido en su oído y las suaves caricias que le hacía.

De nuevo conoció la satisfacción de saber que Pedro había obtenido placer de ella, y aunque él la acarició durante varios minutos antes, al final se rindió, gimiendo con satisfacción.

Paula también sintió una especie de satisfacción al ver que Pedro podía explayarse y obtener un éxtasis que a ella la eludía, y, a pesar de su frigidez, se alegraba con sus caricias y con el gentil y suave amor que le demostraba.

Lo miró tímida durante el desayuno, mientras le servía café. Pedro la miraba de forma extraña, haciendo que se desvaneciera la felicidad con que despertó ese día.

—¿Qué te gustaría hacer hoy? —le preguntó, después de ducharse y enfundarse en unos pantalones y una camisa negra. Paula seguía en bata, pues se había levantado de la cama en silencio, para prepararle el desayuno mientras aún dormía.

—No lo sé —se encogió de hombros, percibiendo cierta reserva en su actitud que no había notado el día anterior—. A tí, ¿qué te gustaría hacer?

—¡Lo menos posible!

—Entonces, quedémonos aquí —le sonrió ella.

—Tengo entradas para el teatro esta noche.

El rostro de la joven se iluminó feliz.

—¡Eso será maravilloso! —llevaba años sin ir al teatro.

Al final pasaron el día entero en el apartamento, charlando… ¡aunque no parecían en nada una pareja en luna de miel! Luego salieron a cenar temprano antes de ir al teatro.

Esa noche, al retirarse al dormitorio, Paula no se sintió nerviosa; sabía que Pedro se mostraría gentil y apasionado con ella. De nuevo se sintió feliz mientras yacía en sus brazos, después de que le hizo el amor.

Pero esta vez él no se durmió; Paula podía sentir sus ojos fijos en ella aun en la oscuridad.

—¿Qué pasa? —preguntó trémula.

—¿En qué te estoy fallando? —le preguntó con aspereza.

Paula se irguió para mirarlo.

—¿Fallándome?

Él suspiró.

—No resulta tan bien para tí como para mí…

Ella le puso un dedo sobre los labios. ¡Estaba sucediendo demasiado pronto! A Antonio le costó varios meses empezar con esas acusaciones, para darse cuenta de su falta de reacciones. Pedro tenía mucho más experiencia, sabía eso a los dos días de casados, por lo que era capaz de notar sus defectos mucho antes que su anterior marido.

—A mi no me importa…

—¡Pues a mí, sí! —él saltó de la cama y se puso la bata—. No puedes olvidar a García, ¿es eso?

Ella jamás podría olvidar a Antonio, o la verdad sobre ella que le había mostrado; era inútil pensar que lo haría. Al estar con Pedro sólo había confirmado la tesis de Antonio.

—Te dije que no era buena mercancía —exclamó ella—. Te lo dije desde un principio.

Él reaccionó como si lo hubiera golpeado, lívido de rabia.

—Eres mi esposa, Paula. ¡Y seguirás siéndolo!

No fue un buen principio para su matrimonio y Paula sintió alivio cuando volvieron a casa. Al menos allí estaría Martina para suavizar la tensión existente entre los dos.

Martina estaba encantada de tener unos padres atentos y amorosos y pareció revivir, tanto en lo físico como en la escuela. Su círculo de amigos aumentó, y mejoró tanto en el colegio que al final de año escolar resultó la primera de su clase.

—Eres una chica inteligente —la alabó Pedro después de leer la carta enviada por su maestra.

Paula deseó que esas palabras se las dirigiera a ella. Llevaban casados más de un mes y no podía decir que las cosas entre ellos fueran muy bien. Compartían la cama, Pedro le hacía el amor en silencio cada noche, como si una fuerza invisible lo empujara a hacerlo, pero durante el día eran como extraños que lo único que tenían en común era la casa.

—¿Vas a venir mañana a la reunión con mamá? —le preguntó Martina, acurrucada en las piernas de Pedro.

Él se volvió a mirar a Paula un momento antes de fijar su atención en la pequeña.

—¿De qué reunión hablas, cariño? —le preguntó con dulzura.

—La de la escuela —le explicó la chiquilla emocionada—. Podrán ver el trabajo que hice durante el año.

—Oh, ¿has trabajado mucho? —le preguntó burlón—. Pensé que habías estado demasiado ocupada coqueteando con tu novio.

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