lunes, 30 de mayo de 2016

Volver A Amar: Capítulo 50

—Le prometiste a Martina que llegaríamos a tiempo —lo urgió.

La expresión de Pedro se suavizó con la mención de Martina.

—No tardo, iré por mi cartera —dijo volviendo a su despacho.

—Así que has atrapado a otro con el pretexto de tu hija —comentó Lau sarcástica—. Bueno, eso no es problema —dijo—. Cuando Pedro se divorcie de tí puede reclamar la custodia de la niña.

—¡Es mi hija!

—Sí… Pero tú tampoco has podido ser una buena madre, ¿verdad? —la atacó Lau con crueldad—. Oh, sí, Antonio también me contó eso —se burló al notar el dolor en Paula—. Estoy segura de que Pedro no tiene idea de eso.

—Tú no… oh, no serías…

—Eres un desastre, ¿no es cierto? —le espetó Lau con desprecio—. No, no se lo diré… aún no. Pero lo haré algún día, quizá cuando estemos juntos en la cama. Pedro puede ser muy… receptivo cuando está en la cama —añadió con mofa.

Paula no salía de su asombro.

—María Laura…

—¿Lista? —Pedro apareció, notando de inmediato la tensión entre las dos mujeres—. ¿Pasa algo malo? —preguntó.

Lau fue la primera en recuperarse, y le sonrió.

—Nada, estaba felicitando a la señora Alfonso. Eres un jefe estupendo, así que estoy segura que serás un magnífico esposo.

Él rió divertido.

—Espero que así sea.

—Oh, la señora Alfonso me asegura que es verdad —murmuró ella sarcástica.

Pedro miró a Paula, pero no hizo comentarios.

—Será mejor que nos vayamos, querida —dijo con cierta brusquedad.

Paula lo siguió en silencio, demasiado aturdida para hacer otra cosa que sentarse a su lado en el auto. Antonio le había contado a Lau muchas cosas, además de su vida sexual, o su falta de ella; le había contado a esa mujer cosas que podrían destruir de nuevo su vida. Y María Laura Benítez parecía ser lo bastante vengativa para utilizar toda esa información… cuando mejor le pareciera.

—¿Todo bien? —preguntó Pedro con suavidad.

—Yo… sí —asintió Paula.

—No estuvo tan mal, ¿verdad? —comentó él con ligereza.

Ella lo miró con fijeza.

—¿Qué no estuvo tan mal?

—El encuentro con Lau.

¿Es que estaba tan ciego? María Laura Benítez había destilado odio y Pedro no podía haber dejado de advertir la palidez en el rostro de su esposa. Pero, por lo visto, así era. Bueno, quizá estaba fingiendo. Ya era bastante que la vida en su hogar le resultara difícil para querer complicársela también en la oficina.

Martina los estaba esperando en la puerta de su clase y su carita se iluminó al verlos llegar. Paula le sonrió a la señora Hernández, la maestra de su hija, que se acercó a saludarlos.

—¡Señora García ! —saludó afable.

—Ya no es la señora García—le informó la chiquilla orgullosa—. Este es mi nuevo papá —empujó a Pedro—. Y se llama Alfonso, así que mamá se llama así también.

—Ya veo —la señora Hernández sonrió indulgente—. Así que éste es el nuevo papá de quien tanto nos has hablado.

—Sí —afirmó Martina destilando orgullo por todos sus poros—. Iré a traer mi mejor dibujo, ¿quieres, mamita?

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