lunes, 2 de mayo de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 39

-Es un consuelo. Espero que tengas razón -ella sabía que seguiría preocupándose, pero se acordó de que él lo decía por experiencia propia-.

Supongo que sabes lo que dices porque te criaste de forma parecida y has salido normal.

Pedro arqueó las cejas y se volvió para mirar al niño.

-Hay algunos parecidos entre la infancia de Pablito y la mía -hizo un gesto para señalar todo lo que los rodeaba-. Pablito nunca tendrá que preocuparse sobre si podrá pagar el alquiler o comprar comida.

Paula  pensó que no lo haría si ella podía evitarlo, pero también pensó que no podía permitir que él pensara que ella se había criado rodeada de riqueza.

-Antes me preguntaste cómo había aprendido a administrar el dinero - arrugó la manta entre los dedos-. Yo tampoco vengo de una familia rica.

Él pareció sorprendido.

-¿No? -tenía una sonrisa torcida-. Te has adaptado bien.

-Como tú -inclinó un poco la cabeza-. Mi padre era bibliotecario en la Universidad de Maryland. No iba a hacerse rico con su sueldo, pero tendríamos que haber vivido sin apuros. No lo hicimos -lo dijo inexpresivamente-. Pronto aprendí a abrir el correo y a ocuparme de que mi padre pagara las facturas. Era la única forma de que no nos cortaran los suministros -sacudió la cabeza-. Sabía cuándo le pagaban y hacía que me diera dinero para la comida y la renta. A veces me sorprendía y llegaba a casa con lo que él llamaba una paga extra. Me lo daba para que me comprara ropa, pero yo lo ahorraba para las semanas que no llevaba dinero suficiente.

Los ojos de Pedro empezaban a reflejar comprensión.

-¿En qué estaba metido?

-Juego -contestó ella-. Cuando murió, encontré todo tipo de boletos de apuesta en su despacho. Yo ni siquiera sabía qué eran hasta que me lo dijo Pablo.

-Tuvo que ser difícil de asimilar -le pasó una mano por la espalda para consolarla.

Sin embargo, ella estaba muy sensible y se le aceleró el pulso ante el contacto. Ella, fastidiada por su incapacidad para dominar sus reacciones, se agitó, se quitó la mano de encima y se tumbó de espaldas apoyada en los codos.

-Lo fue. Yo adoraba a mi padre. Fue espantoso verlo desde una perspectiva nueva.

Se quedó en silencio mientras contemplaba el pasado. Pedro no dijo nada, no se movió ni volvió a tocarla. Se quedaron mirando a Pablito mientras los pájaros cantaban y la paz le aliviaba heridas abiertas en las que no había pensado desde hacía varios años.

-¿Por qué me has contado todo eso? -le preguntó él al cabo de un rato.

Ella se sorprendió.

-Yo... la verdad es que no lo sé... Me imagino que pienso que es importante que entiendas que no soy una niña mimada -lo dijo antes de pensar lo que estaba diciendo.

Pedro la miró.

-Para mí es importante entenderte -le tomó la cara con una mano y le levantó la barbilla mientras se inclinaba hacia ella-. Que conste -le susurró-, nunca te habría calificado de niña mimada.

Ella cerró los ojos mientras las bocas se acercaban. Notó los labios cálidos y firmes que la seducían hasta que ella correspondió al beso, se estrechó contra él y le rodeó los hombros con los brazos. Él le separó los labios e introdujo la lengua entre ellos. Paula notó que el vientre empezaba a bullirle y la cordura la abandonaba.

-Pablito... -consiguió farfullar.

Pedro apartó la cabeza bruscamente y se incorporó.

-Perdona.

La cabeza de Paula cayó como una flor demasiado pesada para su tallo y se apoyó en el pecho de él para absorber su aroma limpio y masculino.

-No ibas a tocarme, ¿lo recuerdas? -Paula lo dijo con la voz entrecortada.

Él se aclaró la garganta.

-Lo recuerdo -el tono era serio y denotaba cierta recriminación-, pero me cuesta mantenerme lejos -se apartó un poco para mirarla a los ojos-. Pienso en tí todo el rato.

Ella tragó saliva. Su sinceridad merecía lo mismo de ella.

-Yo también pienso en tí -sonrió, pero le costó mucho hacerlo-. No estoy preparada... pero cuando me tocas, me olvido de todo.

Los ojos de Pedro se oscurecieron.

-Si estuviéramos solos -dijo con una voz profunda-, estaría tentado de aprovecharme de lo que acabas de decir -levantó la mano-. Te acariciaría ahí... -le pasó los dedos por los pómulos y las mejillas-...y ahí -bajó los dedos por el cuello y el pecho hasta alcanzar un pezón duro. Ella contuvo un jadeo al sentir una punzada de placer en las entrañas-. Deslizaría mi mano hacia aquí -los dedos llegaron hasta el vientre- y, sin duda, te acariciaría aquí -un dedo muy largo entró entre sus piernas y presionó con firmeza sobre la carne palpitante que sólo cubrían los pantalones cortos y la ropa interior.

-Para -dijo ella con voz entrecortada mientras lo agarraba de la muñeca y le  apartaba la mano.

Él sonrió sin apartar la mirada de sus ojos.

-Y luego.. -dió la vuelta al brazo y agarró la mano de Paula con la suya- ...te tocaría a tí acariciarme.

La posó sobre su erección. Ella volvió a jadear al sentir la reacción del cuerpo de Pedro. Sus dedos se curvaron automáticamente para abarcarlo y Pedro dejó escapar una sonido de puro anhelo masculino. Él le apartó la mano y se la besó antes de entrelazar los dedos.

4 comentarios:

  1. Geniales y excelentes los 5 caps. Me encanta esta historia jaja.

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  2. Están más caliente ja ja me encanta igual pregunta cuando lo hagan la cicatriz de el va a ser un problema? ?

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  3. Muy buenos capítulos! estos ya no aguantan mucho más! Sino estuviera Pablito!

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  4. Pablito! ! Te odiamos! !! Sal de de la puta ecena! !!

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