miércoles, 30 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 72

 -Es una mujer muy inteligente -comentó Carolina-. ¿Y qué te ha dicho, si puede saberse?


Paula se levantó del regazo de Pedro y luego recitó, con calma:


-Toda familia ha de tener un cabeza de familia, y Pedro lo será de la nuestra. Yo haré todo lo que él me diga, excepto si me dice algo con lo que no estoy en absoluto de acuerdo. Entonces me pondré cabezota y nadie me convencerá de lo contrario, haré exactamente lo que quiera.


-¡Qué pareja tan extravagante son! -suspiró Carolina-. Bueno, supongo que así es la vida. Son las once y cinco. -¿Y qué? -preguntó Pedro mirando su reloj-. No he conseguido que me funcione el reloj desde la última vez que «Discutí» con David Pleasanton. ¿Solo falta una hora para la comida?


-Hace más de una hora que teníamos que encontrarnos en el ensayo de la ceremonia de boda de la que no hacéis más que hablar -lo corrigió su hermana. 


-Sabía que se te olvidaba algo -gritó Paula. 


-¿A mí? ¿De dónde te sacas eso de que se me olvida? Por si no lo recuerdas te dije que buscáramos un Juzgado, pero no, ¡Teníamos que celebrarlo en una iglesia, por todo lo alto!


-Y ahora llegamos tarde para... -comenzó a decir Martina interrumpiéndose.


-Para el ensayo -terminó su tía Gonzalo. -El hombre grande ese de la iglesia se está enfadando y...


-Mi hermano Gonzalo.


-Sí, tu hermano mayor, Gonzalo -confirmó Martina. Paula asintió. Era difícil no echarse a reír-. Sí, él, y ha dicho que será mejor que...


-Ya basta, Martina -la interrumpió su madre-. Las señoritas no dicen esas cosas. Los hermanos mayores sí, pero las señoritas no.


-Tía Paula -la llamó Martina tras meditar unos segundos-, es terriblemente duro ser una señorita, ¿Verdad?


-Puedes creerlo -confirmó Paula.


-Vale, está bien -dijo Gonzalo-. Arreglaré la rampa.


-¿Cuando? -preguntó Paula mirándolo impaciente-. Casi tiro a Pedro por el borde.


-Por si no lo recuerdas, hermanita, me ofrecí a empujar la silla de ruedas, pero tú no quisiste. 


-Yo no soy tu hermanita pequeña, ¡Tú eres mi hermanito!


-Paula, sé amable con tu hermanito, es un hombre muy sensible -lo defendió Nicolás Morales.


-¿Sensible? ¡Como una piedra! -exclamó Paula.


-Paula -la llamó Pedro dulcemente.


Todo el grupo quedó en silencio. Estaban a las puertas de la iglesia. Paula Chaves tenía la boca abierta, pero enseguida la cerró y respiró hondo.


-Pero... -protestó una vez más.


-Ssshhh -ordenó dulcemente su futuro marido-. Jamás me han gustado las mujeres protestonas.


Todos sonrieron. Todos excepto Paula. Gonzalo agarró la silla de ruedas y bajó la rampa.


-Hasta mañana por la tarde -se despidió el reverendo Duncan-. A las dos en punto.


Paula se quedó algo retrasada con su hermana Macarena, que acababa de llegar del Caribe especialmente para la boda.


-No tengo por qué soportar eso, ¿No te parece? -murmuró enfadada.


-No lo sé, cariño. Si quieres llevarte el trofeo tendrás que ganártelo.


-Siempre puedo entrar en un convento –añadió Paula resuelta.


-Claro, el próximo treinta y uno de febrero -musitó su hermana parándose en medio de la rampa para tirar a Paula de la manga.


-Pues te lo aseguro, ¡Lo haré!


-Por supuesto, cariño -respondió Macarena haciendo una pausa para pensar en el mejor modo de hacerle la pregunta a su hermana-: Paula, ¿No serás virgen aún, por casualidad?


-¿Por qué? ¡Pues claro que sí! Se supone que debo serlo, son las reglas del juego -respondió Paula indignada.


-¿Veinticuatro años y aún....?


-¿Y qué?, ¿qué tiene eso que ver?


-No, nada, realmente -contestó Macarena-. Pensé que quizá estuvieras algo nerviosa por el aspecto físico del matrimonio, pero no es así, ¿Verdad? - Paula negó con la cabeza. ¿Miedo? ¿Ella? ¡Qué tontería! Su madre se lohabía contado todo. ¿Absolutamente todo?-. Pasado mañana, quiero que me llames y hablaremos del tema de entrar en un convento. ¿De acuerdo?


Paula se encogió de hombros y siguió al resto del grupo que se subía ya a los coches. Pedro estaba solo, en la silla de ruedas, junto al coche de su hermano Gonzalo, un Mercedes.


-¿Por qué has tardado tanto? -preguntó Pedro amablemente, con una dulzura que la hizo estremecerse-. Te han asignado como mi chofer.


-¿Y cómo ha podido ocurrir algo así? Creía que habían decidido que iba a ser Vanesa la que iba a llevarte.


-A mí no me preguntes, yo ni siquiera comprendo a la pequeña de los Chaves, así que menos voy a comprender a los mayores. Ví a Vanesa y a Macarena susurrándose algo al oído, y luego vino y dijo que tú me llevarías.

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