David era un hombre grande, de voz profunda. Todo el piso tembló al levantarse de su silla y caminar a grandes zancadas hacia ella. Paula hizo una mueca.
-No veo de qué cosas vamos a hablar tú y yo -aseguró Paula resuelta, poniéndose en pie a toda prisa-. Te dije hace tiempo que no...
-Eres mi chica -afirmó David poniendo ambas manos sobre sus hombros.
-Suéltame -exigió Paula empujándolo.
-Lo que ocurrió entre nosotros fue solo un malentendido, olvídalo y volvamos a nuestra antigua relación -insistió él inclinándose hacia ella como si fuera a besarla.
-¡No te atrevas! -gritó Paula.
David, sorprendido, la soltó. Paula se escabulló.
-No exageres las cosas -continuó él caminando hacia ella.
El arreglo de mobiliario había bloqueado todas las salidas del salón excepto una puerta: la que daba a la cocina. David se interponía entre Paula y esa puerta.
-Si no recuerdo mal, tu relación consistía únicamente en sexo. Y de eso, nada -contestó ella.
-Eso no es cierto, Paula.
-¡Han!
-Íbamos a casarnos aunque, naturalmente, podíamos habernos divertido.
-¿Diversión? ¿Te parece divertida una violación?
-El sexo es divertido -alegó él-. Lo único que hace falta es el consentimiento mutuo.
-Y yo no quería.
La mente de Paula funcionaba a toda velocidad. No parecía quedarle ninguna alternativa, y si luchaba contra él no tenía posibilidades. ¿Qué hacer?
-Vamos, nenita, si te va a encantar.
-Es probable pero, ¿Qué hay de mi marido? -contestó ella resuelta.
-Soy yo -se jactó David-. Y este es un buen momento para probar, ¿No?
-No, estoy comprometida con Pedro -dijo Paula señalando la cama sin mirar.
Después de todo, Pedro estaba dormido.
-Estás de broma, ¿No? ¿Te has comprometido con ese... renacuajo?
-Es tres veces más hombre que tú, y estamos comprometidos.
-Pues no te creo -contestó Alfred cerrándose en banda-. Y quiero pasar contigo la noche.
-Pues será mejor que lo creas -dijo una voz desde la cama. Ambos se dieron la vuelta. Pedro se había incorporado sobre los codos y sonreía-. No creí que quisieras anunciarlo tan deprisa, Paula, pero ahora que lo has hecho podemos seguir adelante sin secretos. ¿Quién es este hombre?
-D...David -tartamudeó Paula-. David Pleasanton. Es...
-Sí, ya sé quién es... -contestó Pedro interrumpiéndola-. Ven aquí, cariño -añadió dando palmaditas en la cama.
Paula se escabulló y se acercó al lado de Pedro. Pleasanton pareció ponerse nervioso,
-No pensarás que vas a impedirme hacer lo que quiera, ¿Verdad?
-Tío Pedro -lo llamó Nacho desde la puerta, con algo en la mano.
Paula volvió la cabeza. Era posible que se produjera una pelea, y no quería ver al niño implicado. Vió el atizador junto a la chimenea. Tenía que llegar hasta él, pero para eso tendría que pasar al lado de David...
-¿Era esto lo que querías, tío Pedro?
-Exactamente -contestó Pedro.
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