lunes, 7 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 40

 -Diles que tienes que venir a casa inmediatamente -soltó Paula-. Acuérdate del tío Pedro, es el genio de la informática que va a ahorrar millones para vosotros solo con su cerebro.


-¿Te refieres a Pedro Alfonso? -preguntó más serio, con algo más de respeto-. ¿Quieres decir que Pedro Alfonso se ha roto la pierna? ¡Dios mío! Llama a Delfina. Y a Nicolás.


-No necesito ni a Delfina ni a Nicolás -soltó Paula-. Además, ya los he llamado. Ellos no me sirven, no son lo suficientemente grandes. Te necesito a tí, y será mejor que te pongas en marcha ya.


-¿Y eso?


-Por la cama -respondió Paula que comenzaba a cansarse-. Cualquiera lo comprendería.


-Claro, por la cama.


-No comprendes -añadió Paula suspirando-. ¡Nadie comprende! - repitió disgustada-. No me merezco esto, de verdad.


-Pau, imagínate que tengo dieciséis años, ¿De acuerdo?


Paula asintió. Nacho, a su lado, intervino:


-Él no te puede ver si sacudes la cabeza.


-Sí, claro.


-Bien, entonces ahora cuéntamelo todo. Con frases cortas.


-Sí -asintió ella aclarándose la garganta-. Pedro Alfonso se cayó esta tarde en un montículo de nieve. Se rompió una pierna. Vino una ambulancia. Y dijeron que pronto lo traerían de vuelta. Y que tendría que dormir abajo.


Nacho sacudió el brazo de Paula y la corrigió:


-En el suelo no, en una cama, pero en el piso de abajo.


-Sí -continuó Paula-, pero no tenemos camas en el piso de abajo. Además el ordenador y todo eso está en el último piso, en el, ático. Y los médicos han dicho que probablemente tendrá que pasarse cinco o seis semanas en reposo.


-¡Whoa! -exclamó su hermano-. Y por eso es por lo que necesitas a un hombre grande y fuerte, quizá incluso a dos o tres, para trasladarlo todo al piso de abajo, ¿Verdad? 


-¡Sí, gracias a Dios! -exclamó Paula enjugándose las lágrimas-. Si no vienes él no podrá trabajar para tí y yo no podré...


-Tranquila, cariño -contestó Gonzalo-. Y tú no podrás... ¿Qué?


Nacho tenía solo ocho años, pero no era un bebé. Agarró el auricular, se lo quitó a Paula de las manos y terminó la frase por ella:


-No podrá besarlo -dijo devolviéndole el teléfono a Paula.


-No es más que un niño, solo tiene ocho años -explicó Paula-. ¿Qué puede saber él?


-Mmm... bastante -contestó su hermano.


-¡No comprendo cómo puedes dirigir una empresa, Gonzalo Chaves! ¡De verdad que no lo comprendo!


-Bueno, no sé, quizá debas hablar con mamá. Yo solo sé que la que llora eres tú. ¿Es que eso no te dice nada?


-No, no me dice nada -musitó Paula deseando darle su merecido. 



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