viernes, 4 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 34

Paula gruñó y trató de abrir los ojos. Había olvidado echar las cortinas, el sol casi la cegaba. La casa estaba en silencio, el reloj de la mesilla marcaba las doce de la noche. Pero no podía ser medianoche, no con todo aquel sol. ¿O sí? Hizo un esfuerzo y sacó una pierna de la cama. El frío suelo le heló el pie. Luca se había llevado la alfombra otra vez acurrucándose a medias bajo la cama. Se tambaleó y buscó las zapatillas y la bata. El perro gruñó, se dió la vuelta y volvió a dormirse.  Salió al pasillo poniéndose la bata. El pasillo estaba oscuro, solo le llegaba la luz de su dormitorio. Accionó el interruptor. La luz no se encendió. Delante de ella se extendía un largo pasillo lleno de puertas, y todas ellas estaban cerradas menos una. Volvió a encender la luz. No había electricidad. No era ninguna novedad para una chica de campo como ella. Se encogió de hombros y bajó las escaleras. Ninguna de las luces de la planta de abajo respondió tampoco. El ordenador de la cocina se había parado, pero los quemadores estaban encendidos, y las ventanas de la cocina estaban iluminadas. Pedro Alfonso estaba acurrucado junto a la mesa de la cocina, tratando de leer algo con aquella escasa luz. Tenía una taza de café en la mano. Al llegar ella levantó la vista.


-¡Ah, Lady Bountiful! -dijo él dejando los papeles a un lado.


-No, yo no -negó Paula-. Lady Sunshine. Bueno, en realidad es mi hermana Delfina quien trabaja para ella... o trabajaba, no lo sé. Ojala estuviera yo allí.


-Me confundes. ¿En donde te gustaría estar?


-En el Caribe -contestó Hope-. St. Kitts. Viven en una isla. No creo que hayan visto la nieve allí jamás. Mi hermana y su marido, quiero decir -explicó Paula dejándose caer en una silla frente a él, suspirando-. A veces desearía... ¿Eso es café?


-Sí. ¿Qué es lo que desearías a veces...?


-Tomar café. Los niños, ¿Siguen durmiendo? 


Pedro empujó la silla hacia atrás y alcanzó una taza.


-Instantáneo -dijo dejándola frente a ella-. Así que has estado en los Trópicos, ¿No? ¿Viajas mucho por todo el mundo?


-Sí y no -respondió ella dando un sorbo de café.


-¿Sí y no?


-Sí.


-Eres una mina de información -comentó él sarcástico.


-Quiero decir que sí, que he estado en los Trópicos. Fui a la boda de mi hermana, ya sabes. Mi hermano Gonzalo me acompañó. Y mi madre. Yo no me habría atrevido a ir sola. Y no, no suelo viajar mucho por todo el mundo.


-Resulta difícil creerlo -musitó él.


-Inténtalo.


-Tengo que resolver un montón de problemas con el ordenador, pero como no hay luz no hay ordenador. Estoy sin trabajo.


-Ahí fuera hay mucha nieve, debe haber entre medio metro y un metro de profundidad.


-Metro ochenta.


-Es divertido para los niños.


-¡Caramba! Tienes razón. Despertaré a Nacho y lo sacaré a jugar. Se lo pasará de miedo.


-También tienes una sobrina -saltó ella.


-¿Martina? A las chicas no les gustan demasiado las peleas en la nieve. Además, es demasiado pequeña.


-Inténtalo. Descubrirás que te equivocas.


-Señorita, estás haciendo todo lo que puedes para arruinar mi modo de vida, ¿Verdad?


-Nadie lo merece más que tú -contestó Paula no demasiado en serio, atreviéndose a duras penas a decir algo que, una semana antes, jamás habría dicho.


-Muchas gracias -contestó él, tampoco demasiado en serio.


Paula se sorbió la nariz y dió un trago de café.


-¡Buag!

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