miércoles, 30 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 74

 -Sí -contestó Pedro enfadado-. Desde luego que será divertido.


-Tú eres un buen tío -afirmó Martina.


Y eso fue lo que hicieron. Pedro quedó cómodamente instalado en el salón y Nacho cargó su equipo deportivo en el Mercedes.


-¿Y la cena? ¿Es que no vas a darme nada de cena? -preguntó Pedro cuando Paula se acercó a decirle que se marchaba con Nacho.


-El partido empieza dentro de treinta minutos.


-Yo te hago la comida -prometió Martina-. Cereales de avena, aunque tendrán que ser fríos, porque tengo prohibido encender el fuego.


-Vaya, gracias -respondió su tío-. Vuelve pronto, Pau -añadió en tono de súplica.


Para Pedro aquello no tenía ninguna gracia, pero Paula salió de la casa riendo a carcajadas.




Al día siguiente por la tarde, y al píe de la iglesia, Paula aún luchaba por controlar una risita nerviosa mientras, agarrada del brazo de su padre, observaba a Pedro ante el altar, en su silla de ruedas, desesperado. Ella también lo estaba. La noche anterior todo había salido mal. El partido de Nacho había durado más de lo previsto, y carolina no había vuelto a recoger a los niños hasta las once y media. Pedro se había dormido a las diez en punto, y Paula había sido incapaz de despertarlo después de que todos se marcharan. Como resultado de todo ello seguía siendo una novia virgen, y no se atrevía a decírselo a su padre por miedo a que se echara a reír. La música comenzó. Martina inauguró la procesión hacia el altar tirando pétalos de rosa que iba sacando de una cesta. Cada cinco o seis pasos se paraba y ofrecía unos cuantos al que, sentado en un banco, estuviera más cerca. A medio camino hacia el altar se encontró a una buena amiga a quien le dió la mitad de los pétalos que quedaban en la cesta diciendo en voz alta:


-Es mi mamá.


El reverendo Duncan era joven. Martina, de pie entre el novio y la novia ante el altar, pensó que necesitaba ayuda con la liturgia. Después toda la congregación, desternillándose de la risa, les deseó a los novios lo mejor. Gonzalo bajó la silla de ruedas por la rampa mientras le enseñaba a su hermana cómo la había arreglado.  La recepción se celebró en un salón del Ayuntamiento de la ciudad, en Main Street. Y toda la ciudad asistió. Después de una hora de fiesta Alejandra se acercó a su hija y le dijo:


-Tu marido parece bastante cansado.


Poco después cuatro invitados ayudaban a Pedro a bajar las escaleras y subir al coche. Gonzalo levantó a Hope en brazos al pie de la rampa, le dio varias vueltas en el aire y la dejó en el Mercedes. Otros invitados se quedaron cerca, observando.


-¿A dónde van a pasar la luna de miel? -preguntó Carolina tras derramar un montón de arroz sobre el precioso vestido de Paula, arroz que se le coló por el escote.


-Yo no lo sé -contestó Paula.


-A casa, a la cama -musitó su recién estrenado marido.


Y eso hicieron, irse a la cama. Todas las puertas estaban cerradas. Luca estaba de pie en el porche, montando guardia, y la única lámpara encendida en toda la casa era la del salón que, una vez más, había sido trasformado en una sala de hospital. Y en esas circunstancias Paula Chaves Alfonso se enfrentó a su mayor problema.


-Pedro...


-Sí, cariño.


-Aún... no sé cómo hacerlo.


-Pero yo sí, mi amor.


Se pasaron la noche haciendo el amor. Y, a la mañana siguiente, lo primero que hizo Paula Alfonso al despertarse fue buscar el teléfono.


-¿Qué diablos estás tramando ahora? -preguntó Pedro.


-Tengo que hablar con Macarena.


-¿Con tu hermana?


-Sí, con mi hermana.


-¿Y por qué?


-Eso, señor Alfonso, no es asunto tuyo. Le prometí que la llamaría hoy por la mañana para hablar sobre la posibilidad de ingresar en un convento. 


-¿Ingresar en un... qué? ¿Y por qué diablos tienes que hablar con ella sobre eso, justo ahora?


Paula Alfonso se estiró como si fuera un gato y contestó:


-Quiero contarle que no voy a ingresar en ningún convento. ¿Quieres que probemos otra vez? 





FIN

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