miércoles, 23 de diciembre de 2020

Mi destino Eres Tú: Capítulo 65

 -Eso sí que es una tontería. ¿Cómo puedes decir que mi madre sabe que voy a casarme contigo?, ¿Cómo?


-Porque se lo he preguntado, y ella estuvo de acuerdo en que sería una buena idea.


-¿Se lo has preguntado a mi madre, y a mí no?


-Sí, es una estupidez, ¿Verdad? -admitió Pedro humildemente.


-No solo es una estupidez -gritó Paula-, sino que es la mayor estupidez del mundo. ¡Acabas de ganar el primer premio a la estupidez! ¿Por qué no me lo preguntaste a mí?


-Esa es una buena pregunta -respondió él suspirando.


-¿Para la cual no tienes respuesta?


-Oh, sí, sí tengo respuesta. En realidad tengo una docena de respuestas, pero ninguna de ellas es lo que yo llamaría una buena respuesta. Estaba convencido de que iba a casarme contigo, y de repente viniste con esa historia de que ibas a casarte con otro. Me sentí muy deprimido. ¿Quién era?


-¿Quién era qué?


-El tipo con el que pensabas casarte, naturalmente. O con el que piensas casarte, si es que aún vas a hacerlo. ¿Quién es?


-Pedro Alfonso, si no me hubiera sentado frente a tí en la clase de inglés en el instituto jamás te habrías graduado.


-Bueno -se encogió de hombros Pedro-, cuando te cambiaste de instituto la cosa no pareció tener tanta importancia. Al final me gradué, aunque por los pelos. ¿Quién era el tipo?


-Jamás hubo ningún tipo.


-¿Jamás? ¿Y quién es ahora? ¿Es alguien de la empresa de construcción?


-No.


-Maldita sea, dime quién es el tipo con el que le dijiste a Martina que ibas a casarte.


Paula se acercó a él despacio, con las manos en la espalda y una enorme sonrisa en el rostro.


-Tú, tú eres ese tipo. 


Paula tenía un aspecto adorable, dulce, su rostro estaba maravillosamente iluminado y sus manos, enlazadas a la espalda, temblaban.


-Quieres decir que ibas a decirme... -comenzó él a decir.


-Sí -lo interrumpió ella.


-¿Quieres decir...? ¡Oh, Dios mío! -musitó él-. ¡Me has hecho pasar las semanas más horrorosas de mi vida!


-Eso es bueno. ¿Has dicho semanas? Es mejor de lo que yo esperaba. Luca, vete -ordenó Paula señalando las escaleras-. Arriba, Puppy. Es la hora de la siesta.


El perro obedeció. Ambos lo observaron hasta que desapareció. Y luego se volvieron el uno hacia el otro y enlazaron sus manos.


-Lo has hecho a propósito, ¿Verdad?


-Sí, por supuesto -respondió Paula-. Tenía que hacer algo, ¿No crees? Te estabas poniendo demasiado dominante, y mi madre me dijo que...


-Debería haberlo imaginado -gruñó Pedro estrechándola fuertemente contra sí-. Tú dulce y pequeña madre, ¿Verdad?


-Jamás ha habido madre mejor y más dulce -bromeó Paula-. Ella siempre lo sabe todo, y cuando nos casemos será tu suegra, ¿Te das cuenta? -añadió tirando de su cabeza para besarlo.


-Debe de ser muy divertido tener una madre como la tuya -susurró Pedro dejando que Paula controlara por el momento aquel beso.


Luego, después de un rato, Paula pudo sentir cómo se encendía la pasión en él. Pedro la levantó del suelo, la tomó en brazos y la levantó. Instantes después la llevó al sofá y la sentó sobre su regazo.


-Pobre pequeña.


-¿Pobre pequeña?


-No tienes ni la menor idea de lo que te espera -explicó él observándola impúdicamente.


Era cierto, pensó Paula. Sin embargo no iba a confesarlo.


-Ah, sé un par de cosas -contestó con una risa sofocada.


-¿Un par de cosas? Cuando estemos casados, cariño, voy a tirarte sobre la cama y vamos a jugar a un juego que solo pueden hacerlo las personas casadas... ¿Sabes de qué se trata? 


-¡No seas tonto!


-¿No? ¿Es que tu madre no te ha hablado de ese juego?


Paula miró a su alrededor buscando algo que la ayudara, pero luego volvió la vista hacia él apretando los dientes con los ojos brillantes.


-No quiero saber nada de juegos -insistió-. Suéltame. Suéltame, revoltoso. No te atrevas a ponerme las manos enci...


-¡Ah, nenita, tu ignorancia te ha traicionado!


-Como no me quites las manos de encima voy a llamar al perro y le voy a decir que...


-¿Que me coma?


-Buena idea. Aún no estamos casados, ¿Sabes?, y como sigas así no va a haber ninguna... ¡No hagas eso! ¡No me toques!


-No lo haré, amor, pero deja que te enseñe algo.


Y se lo enseñó. 

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