miércoles, 23 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 63

 -¿Se te ha ocurrido pensar alguna vez que podrías tener dos mamas? - le preguntó Paula poniendo ambas manos sobre sus hombros.


-¿Dos mamas? Pero eso son muchas.


-Sí, dos. ¿Por qué no vas a darle a tu primera mamá un abrazo muy fuerte?


-¿Mi primera mamá? -repitió Martina sacándose el dedo de la boca y apartándose de las faldas de Paula.


-Claro, ¿Cómo no se me había ocurrido? -comentó Carolina abriendo los brazos para recibir a Martina que, convencida al fin, corrió a su lado y se subió a su regazo.


Por un momento se hizo el silencio. Hasta Luca pareció observarlo todo paralizado.


-Y ahora lo que necesitamos es... -comenzó a decir Paula.


-¡Pizza! -gritó Nacho.


-¿Cómo no se me habría ocurrido a mí? -repitió Paula encaminándose hacia la cocina.


Todos la siguieron. 


Los cinco se reunieron alrededor de la mesa.


-Está rica -dijo Martina dando un mordisco a su tercer pedazo de pizza.


-Más que rica -insistió nacho-. Nadie cocina tan bien como Paula. Es decir...


-Estoy de acuerdo contigo -comentó Carolina sirviéndose un segundo trozo-. No es de extrañar que Martina no quiera despegarse de su segunda mamá.


-Bueno, quizá puedas aprender a cocinar -sugirió Nacho-. Podrías venir por las tardes y tomar lecciones.


-Imposible -negó el tío Pedro-, Por si no lo sabías, tu tía y yo vamos a casarnos DI.


-¿Qué quiere decir eso de DI? -preguntó Martina.


-Quiere decir de inmediato -explicó su hermano-. Pero no comprendo...


-No me gusta compartir -explicó el tío Pedro decidido-. Esta mujer es mía, ha sido mía desde los tiempos del instituto, y tengo intención de conservarla.


-¡Y yo que pensaba que eras el hombre más maravilloso del mundo! - se lamentó Martina-. No podía estar más equivocada. Y encima, el año que viene ni siquiera podré escaparme para venir aquí a comer pizza, porque tendré que ir a la guardería. ¡Qué malo eres, tío!


-Así que al final la verdad siempre sale a relucir. Solo lo haces por el interés.


-Después de la boda ya no serás tan independiente -comentó Pedro amenazador.


-¡Eso es lo que tú te crees! ¡Aún no me has oído decir que sí! ¡No soy tan tonta!


-¿Por qué están discutiendo ustedes dos? -preguntó Carolina-. ¿Tan pronto empiezan, antes de la boda?


-Nos preguntábamos si querías que les hiciéramos la maleta a los chicos para llevarlo todo a Myrtle Street esta misma noche -dijo Pedro.


-No estoy muy segura de cuándo volverá Adrián del hospital -contestó Carolina mirando a Pedro suspicaz y sonriendo-. ¿Eso es lo que quieren? ¿Que nos llevemos a los niños para poder pasar la noche juntos?


-¡Oh, no! -contestó Paula elevando la voz-. Mi madre jamás lo permitiría.


-¡Maldita sea tu madre! -soltó Pedro.


-No vuelvas a decir jamás una cosa así de mi madre -replicó Paula poniéndose en pie-. Adelante, manda a los niños a su casa.


-¿Has dicho que Adrián estaba en el Deaconess? -preguntó Pedro inclinándose y descolgando el teléfono. Su hermana asintió. Él buscó el número en la guía telefónica y lo marcó. Segundos más tarde murmuró algo en el aparato y colgó-. Viene hacia aquí, está deseando llegar. Está en el vestíbulo, y dice que si nadie va buscarlo tomará un taxi.


-¡Hombres! -sacudió la cabeza Carolina-. Bueno, hace tanto tiempo que no ve a los niños...


-Entonces iremos a buscarlo. Paula hará las maletas de los chicos mientras tanto. Yo los llevaré a todos a casa, y luego acercaré sus cosas -se ofreció Pedro-. La asistenta lleva dos semanas yendo a vuestra casa, así que todo estará en perfecto estado. ¿Trato hecho?


-Me encantaría -contestó su hermana-. ¿Cuándo podemos irnos?


-Digamos... dentro de diez minutos -sugirió Pedro mirando el reloj.


Los niños gritaron entusiasmados.


—No hace falta que nos eches -bromeó Carolina-. ¿Paula?


Paula parpadeó tratando de enjugarse las lágrimas. Se había prometido que jamás volvería a llorar en esa casa.


-Muy bien, los niños necesitan estar con sus padres.


En un momento la casa se convirtió en un caos. Todos tenían algo que hacer. Todos gritaban entusiasmados. Todos, excepto Paula, que trató de esbozar una sonrisa y se quedó de pie, delante de la puerta. Hasta Luca parecía tener un lugar al que ir. Se sentó frente a la puerta y sacó la lengua. Uno a uno todos fueron bajando las escaleras con chaquetas ligeras y rostros alegres.


-Tengo que darte las gracias, Paula -dijo Carolina-. Es evidente que has tratado maravillosamente a mis hijos. Y a mi hermano -añadió intercambiando un abrazo.


-Volveré pronto -dijo Pedro abriendo la puerta y cediéndole el paso a su hermana.


Luca se puso en pie. 

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