miércoles, 23 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 62

Abril dió paso a mayo. Los campos se cubrieron de coloridas flores. Paula abrió todas las ventanas excepto las del ático, donde trabajaba Pedro, que nadie se atrevía a tocar. Nacho se apuntó en la Liga Infantil de béisbol y ganó a los Bears. Martina, que había sido siempre muy alegre, se convirtió en una niña taciturna que se colgaba de las faldas de Paula cada vez que aparecía un extraño. El día dos de mayo llegó un telegrama de Geetan, pero solo decía: «Arreglado». Ocho días más tarde, mientras Pedro estaba arriba luchando con el ordenador, Eddie en un partido de béisbol y Paula pasando el aspirador, llegó un coche. Llamaron a la puerta. Hope apagó la máquina y abrió.


-¿Sí?


La mujer debía medir un metro setenta y cuatro, y vestía con elegancia, pero sus ojos delataban cansancio. Tenía el pelo oscuro muy parecido al de Nacho, y pareció sorprenderse al ver a Paula.


-¿Es esta la casa de... de Pedro Alfonso?


-Sí -contestó Paula-, pero ahora mismo está arriba, trabajando, y no solemos interrumpirlo...


-Comprendo. ¿Es esa Martina? -preguntó la señora señalando a la niña que se chupaba el pulgar en el tercer escalón-. Era casi un bebé cuando la ví por última vez. Ven con mamá, cariño.


-Tú no eres mi mamá -contestó Martina agarrándose a la falda de Paula y escondiéndose-. Mi mamá es Paula.


-¡Oh, Dios mío! -murmuró Paula-. ¿Tú eres... Carolina?


La mujer asintió. Paula la abrazó.


-¡Ella no es mi mamá! -insistió la niña-. ¡No es!


-¡Eh, espera! -exclamó Paula tratando de calmar a la niña-. Lo siento, Carolina, yo soy Paula Chaves, niñera y ama de llaves de Pedro. Y tenemos un problema. ¿Te encuentras bien?


-¿Yo? Sí, estoy bien, pero Adrián... cuando nos rescataron, con la confusión, resultó herido en un pie. Al llegar al aeropuerto lo llevaron directamente al Deaconess Hospital de Boston. No es nada serio, pero tenían que hacerle rayos X, y yo tenía tantas ganas de ver a los niños que...  Un tal Pablo no sé qué, un hombre muy amable, me alquiló un coche en el aeropuerto. Pablo... ¿Paula Chaves? ¿Así que eres tú? ¡Pero si él dijo que había sido una Chaves quien lo había arreglado todo!


-Sí, soy yo, dió la casualidad de que era la única Chaves que estaba en casa en ese momento, pero no soy la más importante de todos los Chaves. Entra, Carolina, y siéntate. Debes estar agotada.


-Bueno, en lo que respecta a Adrían y a mí sí eres la más importante de los Chaves. ¿Y Nacho?, ¿Dónde está?


-Nacho está bien, está en el campo, con la Liga Infantil. Lo espero de un momento a otro.


-Ella no es mi mamá, tú eres mi mamá, Paula -musitó Martina volviendo a meterse el pulgar en la boca.


Paula se sentó en la mecedora y acunó a la pequeña en sus brazos.


-Escucha, cariño, ya sé que te cuesta comprenderlo, pero en realidad no es verdad. Yo vine aquí cuando Carolina, que es tu verdadera mamá, tuvo que marcharse. Yo he sido solo tu mamá temporal, pero ahora Carolina ha vuelto, y quiere volver a ser tu madre. Y además se ha traído a papá. Pronto te irás con ellos de vuelta a casa. Es tu madre, ¿Sabes?


Martina sacudió la cabeza en una negativa mientras se chupaba el dedo y se estrechaba con fuerza contra Paula.


-Bueno, creo que esta es una verdadera emergencia, Carolina. ¿Ves ese botón blanco que hay en el brazo de tu sillón? ¿Quieres pulsarlo, por favor?


-¿Este?


-Sí, ese.


Carolina pulsó el botón. Algo hizo «clic» en el ordenador de la cocina, y luego todos los timbres comenzaron a sonar despertando incluso a Luca. El perro bajó las escaleras, miró a la extraña y ladró, pero no resultó demasiado amenazador. Martina levantó la cabeza y lo observó. Confiaba en el animal. Y si el perro aprobaba a aquella extraña... Luca dió vueltas alrededor de los asientos de Paula y Carolina, se detuvo a oler a esta última y, por último, se sentó frente a ella para apoyar todo su cuerpo sobre sus pies. Era una señal inequívoca de aprobación. Martina se sacó el pulgar de la boca y estaba a punto de decir algo cuando Nacho entró en casa, tiró el guante de béisbol al suelo y gritó: 


-¡Eh, tía Paula, le he dado tan fuerte a la pelota que... -entonces sus ojos se fijaron en la mujer que había sentada-. ¡Mamá!


-Pero si él no sabe na... no es más que un niño -comentó Martina.


-Hola -dijo una voz de barítono desde las escaleras-. Hola, Caro, me alegro de verte.


Pedro Alfonso bajó las escaleras de dos en dos, estrechó a su hermana y la hizo volar por el salón. Luca, viendo que aquel era un juego nuevo, los siguió ladrando. Paula, viendo a toda la familia reunida, se levantó del asiento y se quitó de en medio con una enorme sonrisa. Eddie estuvo observando, pero enseguida les hizo a todos detenerse para que pudieran escucharlo.


-Esta es mi mamá.


-Lo sé -dijo su tío-. Es tu mamá, pero también es mi hermana.


-No, no es verdad -musitó Martina dando un paso atrás para pegarse a Paula con actitud desafiante. 

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