El viento de abril soplaba por entre árboles en flor. Arriba, en el dormitorio, Paula escuchó ruido de coches. Entró en el baño, se lavó la cara y se miró al espejo.
-No volverás a llorar en esta casa -repitió aleccionándose-. ¿Has comprendido?
Luego bajó las escaleras a toda velocidad y se encontró con su madre en la puerta.
-No hace falta que corras, ya se han ido -dijo Alejandra.
-Ven a tomar café -la invitó Paula-. Todo está desordenado, pero los niños ya han desayunado.
El ordenador de la cocina hizo sonar entonces el timbre. Dos pares de piececitos bajaron las escaleras. Paula le tendió a Nacho la bolsa del almuerzo y apartó a su madre para que no la atropellara.
-Adiós, tía -gritó el niño recogiendo la bolsa y besando a Paula en la mejilla.
Luego, sorprendido, se quedó mirando a Alejandra, pero inmediatamente salió por la puerta.
-Era Nacho -explicó Paula a su madre.
-¿Y esta es... Martina?
-Es yo -dijo la niña saltando desde el tercer escalón, aterrizando en brazos de Paula-. Paula sabe pescarme, yo la aprendí.
-La práctica -declaró Hope solemne mientras las tres se dirigían a la cocina.
-Paula también saltaba muy bien cuando era pequeña. Claro que, su padre era un objetivo muy grande.
-¡Qué bien me pescaba! -exclamó Paula sirviendo zumo de naranja a la niña y café a su madre.
Martina se bebió el zumo y se quedó mirando a Alejandra.
-Paula es mi mamá -afirmó Martina decidida, como si esperara que alguien lo negara.
-Pues yo soy la mamá de Paula -añadió Alejandra esbozando una de sus famosas sonrisas, que captó la atención de la niña.
-Todo el mundo tiene que tener una mamá -sonrió Martina. Justo en ese instante el timbre accionado por el ordenador volvió a sonar. Martina se bajó de la silla-. Lo siento, tengo tarea.
-¿Tarea? -repitió Alejandra dando un sorbo de café, como si recordara algo.
-Bueno, conmigo funcionó.
-¡Ah!, me estaba preguntando cómo íbamos a poder hablar con esa nenita por aquí.
-Tenemos una hora. Empieza.
-Lo primero es lo primero, cariño. Esos niños te adoran. Has llegado muy lejos, querida mía. Ahora pareces... más adulta que hace unos meses. Pero esa niña te ha llamado mamá.
-Sí, lo hace desde hace muy poco tiempo. No sé cómo comenzó, pero últimamente me llama mamá más a menudo que tía. ¿Crees que está mal?
-Es muy pequeña, Pau, y es evidente que te ha adoptado. ¿Pero qué pasará cuando vuelva su madre de verdad?
-No... no lo sé, mamá. Puede que sea solo algo pasajero, nadie la ha enseñado a llamarme mamá. Y su hermano Nacho no me lo llama. Acaba de cumplir tres años, y su madre lleva mucho tiempo enferma, lejos... casi un año... parece algo tan natural.
-Lo sé, nadie tiene la culpa, pero debes tener cuidado -recomendó su madre-. Sin embargo no es de eso de lo que he venido a discutir. Hablemos de sexo y después nos ocuparemos de la niña, ¿De acuerdo?
Alejandra respiró hondo y comenzó a contarle su historia: Le contó a su hija cómo Miguel Chaves le hizo la corte. Cada tres o cuatro minutos Paula la interrumpía para exclamar: «¡Tú no hiciste eso!», o bien «¿Lo hizo?», o «No, ¿mi padre hizo eso?», o «¡Mamá, pero si te comportaste como un bandido!». Y así pasó una hora, y Paula Chaves llegó a saber más de lo que nunca hubiera imaginado sobre la forma en que un hombre enamora a una mujer.
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