viernes, 4 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 31

 -Podría apretar el gatillo y hacer «pan» -musitó Paula mientras los chicos abandonaban la cocina.


-¿Apretar el gatillo? -repitió Martina-. ¿Matar al pobre y bueno del tío Pedro?


-Hacer pan, bonita, hacer pan en el horno -la corrigió Paula.


-¡Ah, sí, vamos! -exclamó la niña bajándose de la silla-. Yo nunca he hecho pan. 


Trabajaron juntas y contentas en la cocina.


-¿Y eso luego se convierte en pan? -preguntó Martina que había seguido todas sus instrucciones, pero con muchas preguntas.


-Sí, eso se convierte en pan -aseguró Paula-. Créeme. Estás a punto de presenciar un milagro de la química.


-¿Yo?


-Sí, tú. Dale a esa masa tan fuerte como puedas.


Martina amasó bien la masa, pero al final hubo que ponerla al horno durante mucho tiempo, y la niña perdió interés.


-¡Mira, Nacho está haciendo una batalla con bolas de nieve! -exclamó Martina mirando por la ventana de la cocina, saltando excitada.


Paula miró por encima de su hombro. Nacho se defendía bien, pero no habían retirado demasiada nieve del camino. De pronto sonó una alarma en la cocina. Indicaba el comienzo de un nuevo horario que ella había insistido en establecer la noche anterior, obligando a Pedro a confeccionarlo.


-Es tu turno -le dijo a la niña.


-¿Mi turno? -repitió la niña sin dejar de saltar.


-Hora del orinal -anunció Paula-. Cada hora y media sonará el timbre, y entonces tendrás que ir al orinal. Así que venga, al orinal.


-¿Y tú no tienes que venir conmigo?


-No. Las niñas mayores aprenden a hacer eso sólitas. Y tú eres una niña mayor, ¿No?


-Sí -contestó Martina sin dudar-. El tío Pedro se pasa la vida diciéndome que haga esto, que haga lo otro, ¡Y yo tengo que huir!


Hacia las diez de la mañana los chicos habían jugado ya bastante con la nieve. Entraron en casa a trompicones y luego en la cocina gritándose el uno al otro con las mejillas coloradas.


-Chocolate caliente -anunció Paula-. Se los daré en cuanto se quiten esa ropa mojada... y se laven la cara y las manos.


-¿Yo también? -preguntó el tío Pedro, que luchaba con sus pesadas botas. 


-Tú también -confirmó.


Él sonrió y obedeció. Eso era exactamente lo que necesitaba, reflexionó Paula; un poco más de comedimiento. Martina entró corriendo en la cocina y se acercó a ella.


-Ya lo he hecho, tía Paula, ya lo he hecho.


-¿Hacer qué? -preguntó Nacho-. ¿Dónde está en pan caliente?


-El pan está aún en el horno -replicó Paula-. Lleva su tiempo.


-¿Y qué es lo que ha hecho Martina?


-Cosas de niñas -contestó Martina dándose importancia.


Todos la miraron, pero luego corrieron al baño del piso de abajo. El tío Pedro llegó de vuelta a la cocina el primero y se dejó caer en el silla con un suspiro de alivio.


-Han estado tramando algo, ¿A que sí?


-¿Quién, yo?


-No trates de engañarme con eso de «¿Quién, yo?» -rió Pedro-. Te conozco desde hace mucho tiempo, pequeña. ¿Qué has estado tramando con Martina mientras yo estaba fuera entrenando a Nacho?


-Estábamos entrenando -replicó Paula-. Entrenando igual que mi madre me entrenaba a mí. ¿Más preguntas?


-No, supongo que no. Pues tú saliste muy bien del entrenamiento. Si Martina sale la mitad de bien que tú los García tendrán una deuda contigo. 

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