lunes, 14 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 46

 -Estábamos celebrándolo. Su tía y yo hemos decidido casarnos. ¿Qué les parece?


-¡Wow! -gritó Nacho cruzando la habitación para abrazar a Paula.


Martina, en cambio, se acercó a su tío y se agarró a la pierna escayolada echándose a llorar. Pedro la estrechó y acarició su cabeza contra el pecho.


-¿Qué ocurre, cariño? Pensé que te gustaría, ¿Por qué lloras?


-Porque si te casas tendrás niños y ya no me querrás a mí, y entonces dejarás de ser un buen tío.


-¡En! --exclamó su tío-, pase lo que pase yo siempre seré tu tío Pedro. ¿Lo ves? Nacho lo comprende. ¿A que sí, amigo?


-Por supuesto -contestó el chico-. Tía Paula, cuando te cases, ¿Le enseñarás a mi madre a hacer esos desayunos tan ricos?


Paula acarició el pelo del chico. No era un niño tan precioso como su hermana, pero tenía buen corazón. Y sería maravilloso tener a un niño como él... Y una niña, ¿No?


-Bueno, ahora tengo que .descansar -dijo el tío Pedro-, Paula, ¿Por qué no te llevas a estos dos a la cama? Luego puedes venir a arroparme.


Paula se llevó a los dos niños a la cama. Después se detuvo en el baño de la planta de arriba para arreglarse un poco, y por último se apresuró a bajar las escaleras para discutir con Pedro sobre esa estupidez de casarse. Era la idea más ridícula que hubiera oído jamás. Sin embargo, cuando llegó al salón, Pedro estaba profundamente dormido. Ella le arregló las almohadas y él dejó de roncar. Había aprendido a hacerlo observando a su madre. Caminó nerviosa de un lado a otro, comió un par de pedazos de pizza y continuó paseando. ¿Casarse? Solo tenía veinticuatro años, todas sus hermanas se habían casado mayores. Entró en el salón y observó cómo dormía. Se parecía mucho a Nacho, pensó. En realidad hasta se podía decir que era guapo. ¿Y los niños? Bueno, no eran de él, él solo los cuidaba por el momento. ¿Cómo había podido vivir él sin niños? ¿Cómo se sentiría teniendo sus propios hijos? ¿Hijos de él? La idea la emocionaba. A los pies de la cama había un par de almohadas de sobra. Paula las recogió, se acurrucó sobre la alfombra del salón y se quedó dormida. Y no se despertó hasta que Luca, tratando de comerse los restos de pizza de su mano, falló y le chupó la nariz. Era por la mañana. 

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