lunes, 14 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 47

Los meses fueron pasando y llegó la primavera, y Pedro Alfonso fue convirtiéndose poco a poco en un gruñón. Cuanto mejor iba su pierna, más gruñón se volvía. Se tenía que mover con muletas. Y fue entonces cuando Paula comprendió que debería de matarlo a la primera oportunidad. Un buen día, mientras preparaba pan, lo dijo en voz alta y los niños lo oyeron.


-¿Vas a matar al tío Pedro?


-Debería.


-Pues a mí me gusta el tío Pedro.


-Y a mí, bien crujiente y con bien de mantequilla. Y un poco de salsa picante -bromeó Paula.


Justo en ese instante apareció él en la cocina.


-Paula, ¿Qué ocurrió con la copa que gané en el campeonato de fútbol?


-Que disparaste sobre ella.


-¡Pero si era el premio más importante que había ganado nunca!


-A mí no me mires, la idea fue tuya. Acertaste justo en el centro, cayó en la chimenea.


-¡Pero si miré en la chimenea!


-Ten cuidado, Paula te va a matar -le informó Martina-. Lo ha dicho.


-No, tú no comprendes, chiquilla -dijo él-. No me va a matar, se va a casar conmigo.


-Puede que no haya ninguna diferencia -musitó Paula.


-Te va a matar, lo ha dicho -insistió la niña bailando-. Matar, matar, matar.


-¡Martina, basta ya! -ordenó Paula.


-Pero si lo has dicho tú -le recordó la niña.


-No hablaba en serio, estaba enfadada. La gente dice cosas raras cuando está enfadada. Y ahora vete a tu habitación y haz los deberes.


-¿La tarea? ¿Cómo va a hacer la tarea si no va al colegio? -rió Pedro en cuanto se hubo marchado la niña. 


-¿Sabes cuál es la diferencia más importante entre tú y yo? Que tú nunca fuiste una niña.


-Sí, eso es cierto. ¿Y qué?


-Que yo sí. He convencido a Martina de que tiene que hacer deberes - explicó Paula-. Hace ejercicios todos los días, durante una hora: solo mira libros con cuadros y dibujos, pero al menos está calladita.


-¡Dios, qué enrevesada eres!


-Yo no, mi madre. Ella hizo lo mismo conmigo cuando cumplí los tres años, y eso es difícil de olvidar.


-¿Y no te enfadaste?


-No, adoraba a mi madre. Aquello me enseñó a ser insistente cuando encontraba algo que me gustaba. ¡Dios, jamás he visto a nadie que ande tan mal con muletas!


-Así que entonces no vas a matarme, ¿No? Me alegro de que no lo dijeras en serio -añadió Pedro inclinándose sobre ella y balanceándose sobre las muletas.


-Sí, pues te equivocas.


-¿Quieres decir que lo dijiste en serio?


-Palabra por palabra. Pedro Alfonso, creo que te estás convirtiendo en la causa de todas mis jaquecas. Bueno, quizá la segunda causa, hay que contar con David Pleasanton. 

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