viernes, 4 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 32

 -¿Eso es un halago?


-Sí, un halago sincero y verdadero.


Para Paula cualquier halago procedente de aquel hombre resultaba del todo incomprensible. Se ruborizó y se volvió de espaldas, hacia el horno.



-Aquí hay algo que huele realmente bien -dijo él en un susurro en su oído.


Paula se volvió de inmediato.


-No es más que pan -protestó advirtiéndole de que no se acercara con un gesto de las manos.


-No me refería a eso -contestó él poniendo una mano sobre cada uno de sus hombros y atrayéndola hacia sí-. Me refería a esto -añadió oliendo su piel del cuello, donde aquella misma mañana se había puesto un toque de perfume Ma Femme.


Paula se quedó mirándolo hipnotizada. Él inclinó la cabeza poco a poco hasta que sus labios se rozaron. Fue un contacto suave, más una caricia que un beso.


-¿Qué haces, tío Pedro? -preguntó Martina desde el umbral de la puerta-. ¿Te estás casando con Paula?


Él se apartó y respiró hondo.


-¿Casarme? ¿A quién se le ha ocurrido algo así? Estoy besando a la cocinera. Compruebo si está lista. Ya sabes, igual que hay que comprobar si está el pan.


-¿Y está lista?


-¡Oh, Dios, el pan! -exclamó Paula girándose y abriendo el horno con un guante. El olor a pan recién hecho envolvió la cocina-. El pan está listo -anunció.


Y ella también. Ella también.



Hacia las seis de la tarde por fin cesó la tormenta de nieve. La borrasca se estaba alejando. A esas horas los dos niños estaban ya exhaustos, profundamente dormidos. En el piso de abajo, en el cálido salón, Paula tejía con Luca a sus pies. Pedro dejó de leer.


-¿Es que no paras nunca?


-Es un regalo de Navidad -contestó Paula sosteniendo el jersey infantil de rayas rojas y blancas a medio hacer.


-Pues entonces no hace falta que corras, aún falta mucho para la Navidad.


-No entiendes nada. Era un regalo de las navidades pasadas, para Joaquín, el hijo de Macarena. Iba tan lenta que al final tuve que comprarle algo.


-¿Y eso es malo?


-Sí, al menos para mí. Se supone que los regalos tienen que salirte del corazón y de las manos.


-Pero es más fácil comprar algo.


-Sí, ya me lo figuro, pero eso no cuenta. En nuestra familia somos catorce, y  si queremos algo nos lo compramos. Excepto Tamara, claro. No es más que un bebé. 


-Sí, claro -musitó él volviendo a levantar el libro, para apartarlo una vez más-. ¿Y tú eres la única adulta que no está casada?


Los dedos de Paula se detuvieron, la labor cayó sobre su regazo. ¿A dónde quería llegar a parar?, se preguntó. Cada vez que un hombre hablaba del dinero de los Chaves se ponía en guardia. Ladeó la cabeza y lo miró, sentado al otro lado de la chimenea.


-Sí.


-¿Y nadie ha querido casarse contigo por tu dinero?


-Muchas personas.


-¿Pero tú no te enamoraste de ninguno de ellos?


-Ya lo ves. Por supuesto conté con la colaboración de la Chaves Detective Service, que está a las órdenes de tres de los abogados de la empresa.


-¡Wow! ¡Vaya con la Bella Durmiente!


-¿Y eso?


-Tu padre te puso a dormir y te colocó a esos detectives para que te protegieran, pero ha llegado el momento de que despiertes, ¿No crees?


-No comprendo. 

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