lunes, 24 de junio de 2019

Indomable: Capítulo 8

Paula puso en marcha la hervidora, y mientras se estaba quitando la bufanda vió que había entrado nieve del jardín, así que se sacó las botas antes de bajarse la cremallera del impermeable.

–Desde que conozco a su abuela no ha habido ninguna asistenta en esta casa. Ninguna de las veces que he venido he visto a esa señora Stewart, ni me la ha mencionado su abuela. ¿Cuándo dice que la contrató? –le preguntó a Pedro.

Él apretó la mandíbula, molesto por el escepticismo que destilaba la voz de Paula. Le enfurecía que no lo creyera. No estaba acostumbrado a que se cuestionasen sus palabras o sus actos.

–Justo antes de Navidad. Como estaba muy frágil después de la operación de cadera quise llevarla conmigo a Italia, pero se negó en redondo, y eso era un problema, porque soy el director de una compañía y mi trabajo me deja poco tiempo libre.

Los últimos cuatro meses habían sido frenéticos. La muerte de su padre había sido un golpe muy duro para él, y a la carga de trabajo se le había unido todos los trámites que había tenido que hacer para poner en orden los asuntos de su padre, que había dejado una auténtica maraña legal tras de sí. Se quedó mirando a la enfermera a través de la nube de vapor que la envolvía mientras vertía el agua de la hervidora en una tetera.

–Por eso llamé a una empresa de trabajo temporal y enviaron a esa mujer, la señora Stewart –añadió.

Paula se quedó callada un momento. Si eso había sido antes de Navidad…

–Su abuela no pasó a ser paciente mía hasta finales de enero –dijo lentamente, empezando a darse cuenta de que quizá se estuviese equivocando–. Antes la visitaba otra compañera, y cuando reorganizamos nuestros turnos y me la asignaron como paciente me preocupé al ver lo lejos que vivía del pueblo. Al principio solo venía una vez por semana, pero desde que se quemó la mano he estado viniendo a verla cada dos días –le explicó–. La asistenta debió marcharse por alguna razón antes de que yo empezara a venir –aventuró.

–Pues le aseguro que pienso averiguar por qué –dijo Pedro.

Sin embargo, de pronto aquello ya no le parecía tan urgente. No desde el momento en que Paula se había sacado las botas, dejando al descubierto un par de piernas bien torneadas y enfundadas en unas medias negras. Y luego, cuando se había quitado la bufanda, lo había sorprendido ver que era más joven de lo que había pensado en un principio. Tenía una piel cremosa y unos labios carnosos. En ese momento se quitó el gorro y sacudió la cabeza, agitando una media melena de un rubio rojizo que brillaba como la seda bajo la lámpara de la cocina. Más que bonita era atractiva. Había inteligencia en sus ojos, grises como nubes de lluvia, y su barbilla transmitía firmeza. Finalmente se quitó el impermeable, y su cuerpo resultó una sorpresa aún más placentera, pensó mientras sus ojos se deslizaban por su uniforme de enfermera, deteniéndose en la fina cintura, la suave curva de las caderas, y la redondez de sus pechos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario