viernes, 10 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 42

 -No quiero que te quedes sola en el coche a saber cuánto tiempo —dijo él, acariciándole levemente la mano.


Ambos estaban de pie en el exterior, iluminados por la luz de techo del coche. Paula estaba enfadada, pero comprendía sus palabras de frustración, pues compartía el sentimiento. Ella contuvo un gemido.


—No quiero estar sola — no tenía que haberlo dicho, pero la tormenta, el apagón... era demasiado.


—Demonios, Pau —él no se movió ni un centímetro, pero fue como si corriera hacia ella—. No me ayudas nada.


Inexplicablemente, para Paula el decir cómo se sentía fue un alivio.


—Tengo algunas cosas en el coche que pueden sernos útiles. Podemos compartirlas.


—Deberíamos esperar en mi coche. Es más espacioso —en sus palabras había cierto tono de duda.


—Podemos hablar —repuso ella, para tranquilizarlo—. O dormir un poco. Hicimos bien en pedir la cena en la oficina.


—Sí. Bueno, podemos hacer eso. Hablar y eso —encendió las luces del coche y buscaron el de Paula, mientras él intentaba tranquilizarse.


—Veamos qué tengo aquí —dijo ella, abriendo a Gertie, para sacar dos mantas, un cojín en forma de corazón y una botella de agua.


—No está mal —comentó él, levantando las cejas, al ver su carga—. Muy práctico.


—La verdad es que a tu coche no le pegan todas estas cosas — dijo ella.


—¿No? ¿Entonces qué le pega?


«Pecado en todas sus formas posibles, siempre que incluyan a Pedro».


—Bueno, le pega cosas de las películas... Autocines y cosas así —besarte, hacer manitas.


Él sonrió como si le estuviera leyendo el pensamiento.


—Podemos arroparnos los dos debajo de estas mantas y nuestros abrigos para no tener frío —dijo él.


—Bueno, cada uno puede quedarse con una —repuso ella, preocupada.


—No temas —la tranquilizó él con cierto brillo en los ojos—. Sólo se trata de estar juntos. Me parece bien lo de hablar o dormir.


Los dos entraron en el coche, y ella tragó saliva con dificultad cuando cerraron las puertas y se quedaron a oscuras.


—Ven, Paula, acércate más a mí —le dijo él.


—No te besaré —fue el último y patético esfuerzo de Paula por evitar traicionarse a sí misma.


—No te he pedido que lo hicieras.


Ella sintió su cuerpo en la oscuridad, el olor de su colonia.


—De acuerdo —Paula se quitó las gafas y las dejó sobre el salpicadero.


Se arroparon primero con las mantas y después con los abrigos. Paula tenía el cuerpo de Pedro también para calentarla, y sobre su pecho estaba muy cómoda. Con una ligera exclamación, se retiró de ahí, pero él volvió a colocarla, pasándole un brazo por encima de los hombros, justo como ella estaba deseando.

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