miércoles, 1 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 22

 —Entonces cuéntame qué llevas en la bolsa —Pedro estaba unos pasos por detrás de ella y casi chocó con Teresa Montbank cuando la mujer salió de una oficina vacía del departamento de logística.


Al verla se sintió casi ofendido.


—¿Qué haces aquí, Teresa?


La sorpresa inicial de Teresa dió paso a un gesto arrogante.


—Mi marido es el dueño de esta empresa. ¿Por qué no iba a estar aquí? Pero la verdad es que ya me marchaba. ¡Buenas tardes! —les dió la espalda con la clara intención de actuar según sus palabras.


Ahora Pedro tenía a dos mujeres ocultándole cosas, y su enfado creció por momentos. Dió un paso hacia Teresa para detenerla.


—Espera un momento, por favor.


Paula también dió un paso al frente.



—Díganos, señora Montbank, ¿Qué le ha traído aquí?


Pedro no había esperado que Paula interviniera. Tenía que haberse dado cuenta de que lo haría. La máscara de calma de Teresa se desvaneció al momento, revelando su estado real de irritación y resentimiento.


—No uses ese tono conmigo, bruja...


—Ya basta —Pedro tardó un momento en darse cuenta de que se había puesto entre las dos por si tenía que proteger a Paula.


En realidad, fue un gesto bastante primitivo. Paula era probablemente la última persona del mundo que necesitaba esa protección, y tampoco parecía agradecer el gesto. Cambiando de táctica, Teresa se echó hacia atrás la melena de pelo rubio y lo miró de lado.


—Eres muy irritable, Pedro. Tal vez he venido sólo a verte, cariño.


—Bleurgh —Paula intentó hacer pasar su gesto de disgusto por una tos, pero no lo consiguió del todo.


Sorprendentemente, a Pedro se le pasó parte del enfado, pero su gesto se volvió sarcástico, como el resoplido que dejó escapar.


—Oh, es cierto —dijo Teresa con sonrisa edulcorada—. La pequeña secretaria cree que te tiene para ella sola, ¿Verdad?


Pedro supo en ese momento dónde quería Teresa llevar las cosas.


—Teresa...


—No te preocupes, Pedro, cariño —dijo ella, levantando una mano y mostrando una pulsera cuajada de diamantes que debió costarle a su abuelo toda una fortuna—. No le contaré a Paula lo de nuestra aventura de hace seis años. Tú eras sólo un chico, recién salido de la universidad, y estabas loco por mí, una mujer ligeramente mayor.


—¿Ligeramente mayor? —él contuvo la risa, pero no pudo contener la rabia que le produjo el que ella hablara tan abiertamente de su propia infidelidad, que era lo que lo había alejado a él de su casa. Si él se había marchado, había sido para evitar que Eduardo se enterase de ello.


Pero a ella parecía no importarle nada que se supiera lo que había intentado hacer.


—Espero que ésta sea la primera vez que hablas de ese asunto, y sabes de sobra que no hubo...


—Por favor, dígame lo que estaba haciendo en el departamento de logística, señora Montbank —el tono de Paula era puramente formal, pero el calor que despedía su cuerpo, era otra cosa. 


Estaba claro que había creído la historia de Teresa y se la había tragado entera. «Dice mucho de lo que ella piensa de tí, Alfonso».

No hay comentarios:

Publicar un comentario