miércoles, 8 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 37

 —Me alegro de que hayas venido a buscarme, Pedro. Esta es la oportunidad perfecta para...


Él no parecía escucharla. En su lugar le miraba a la boca como si estuviera deslumbrado. Alargó una mano y le acarició el pelo. Inhaló con dificultad y apretó las manos.


—Me gustaría dejar claros unos asuntos que tengo en mente desde anoche.


—Ah —él empezó a ponerse rojo, pero no era el color de alguien avergonzado, sino el tono que mostraba excitación sexual. ¿Cómo podía hacerle algo así a ella?


—Lo siento —dijo él, intentando cambiar su expresión—. Me he despistado con otra cosa. ¿Qué decías?


—Intenta escuchar a la gente. Verás que es algo bueno — replicó ella, enfadada, y salió de casa a toda prisa, en dirección a las escaleras.


Él la siguió, y justo cuando iba a empezar a bajar, Paula se dió cuenta de que no quería que él la viera desde atrás. Por eso se detuvo e hizo un gesto con la mano.


—Tú primero.


—Eso les corresponde a las damas —el calor de su voz la envolvió completamente—. Insisto.


—De acuerdo —se ajustó las gafas y empezó a bajar a toda prisa.


Tras ella, Pedro gimió suavemente. Paula se negó a interpretar ese gemido de otro modo que no fuera que se había hecho daño. Cuando llegaron al coche, ella entró y él la siguió. Cuando él arrancó, ella interpretó que era el momento de empezar:


—He venido porque quiero hablar contigo...


—Pensé que lo de hoy lo haría más fácil.


—No me interrumpas —no iba a dejar que su carisma le arrebatase el momento de explicarse.


Pedro la había encantado como hacen en la India con las serpientes, hasta el punto de hacerla olvidar cómo era él, pero tenía que mantenerse firme.


—De acuerdo, Pau, te escucharé.


—Bien. Lo primero es que no quiero que le digas nada a Eduardo de lo que estamos haciendo para poder mandar el crucigrama al concurso.


Ella sabía que si se enteraba, Eduardo intentaría ayudar y se volcaría demasiado en ello.


—Tu secreto está a salvo conmigo —Pedro respondió, y tomó una salida de la autopista.


A los pocos minutos estaban en una carretera menos transitada, y si hubieran estado en una película, él habría bajado la capota y ella se habría puesto un foulard y unas gafas, y reiría alegremente mientras el viento le acariciaba la cara. Pero estaban en Victoria en pleno invierno. Hacía demasiado frío para otra cosa que no fuera estar dentro del coche con la calefacción puesta. «Vamos a ver a tu jefe al hospital, no es un viaje romántico ni nada parecido». Tal vez no fuera romántico, pero la sensualidad era evidente entre ellos, por eso no podía bajar la guardia.


—No tienes que volver a tocarme.


Pedro cambió levemente de expresión, pero eso fue todo.


—Por tocarte, entiendes...


—Ni tocarme ni besarme ni miraditas tiernas —lo último era más por ella, pero las cosas tenían que quedar claras—. Somos compañeros de trabajo, quiero una relación profesional y nada más que eso.


Ella no le debía ninguna explicación, así que lo miró con decisión y le preguntó:


—¿Me das tu palabra?

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