miércoles, 1 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 24

Entonces él se dió cuenta; vió que había celos detrás de la furia. Como respuesta, le asaltaron unos deseos tremendos de llevarla contra la pared y besarla hasta perder el sentido.


—¿Por qué te importa tanto?


—Me importa por Eduardo.


—Mi abuelo no es la única razón —él lo sabía tan bien como ella, y estaba listo para enfrentarse a ello y dejar de ignorarlo más tiempo.


Aún luchando consigo misma, ella se giró para dirigirse al ascensor.


—Eres... Eres un egoísta.


Él la siguió.


—¿En realidad crees que podría gustarme esa mujer? Vamos, Paula.


Teresa era la antítesis de la mujer para él. Frívola, mientras que Paula se comprometía y se entregaba a los demás. Dura, mientras ella era dulce y amable. Hasta ese punto no se había dado cuenta de que su atracción por Paula iba más allá de lo puramente físico y llegaba hasta supersonalidad. Ya era un problema saberlo, pero no lo suficientemente grande como para detenerlo. No en ese momento. El ascensor vacío se abrió y ella dudó en el momento de entrar. Esos segundos de duda le bastaron a él para llegar hasta ella, agarrarla por los hombros y mirarla fijamente a los ojos para volver a preguntarle:


—¿Es que crees eso de mí, Paula? Dímelo.


—Quiero hacerlo, pero no —parecía en lucha contra su propia frustración—. No puedo creerlo. No...


—Porque sabes que te deseo a tí —y ella lo deseaba a él; Pedro lo tenía muy claro, pero tal vez ella, no tanto.


Podía demostrárselo, podía explicárselo con algo más poderoso que las palabras. Deseaba demostrárselo.


—Por esto...


Si ella se hubiera apartado o le hubiera indicado de algún modo que no deseaba aquello tanto como él, él se habría detenido. En su lugar, la culminación del deseo acumulado de una semana se reveló en ese beso, en cómo sus cuerpos se apretaban el uno contra el otro, concediéndose todo lo que se habían negado hasta ese momento. Ella sabía a todo lo que él siempre había deseado y nunca había tenido. Su boca se derretía contra la de él, dándole la bienvenida con su cuerpo. Pedro le puso una mano en la cara, extendiéndola por la suave piel de su cuello. Era tan suave... Con la otra mano le agarraba el hombro y sentía la delicadeza de su clavícula bajo la ropa. Estaba deseando desnudarla y sentir a la verdadera Paula. Las palabras salieron como un suspiro de sus labios:


—Te deseo. He deseado esto desde el momento en que nos conocimos.


Un beso que saciara su hambre, que demostrara que realmente, quería más. Más y más de Paula Chaves, en todos los aspectos, sea lo que fuera que ella tuviera para ofrecerle.


—Bésame de nuevo, Paula —inclinó de nuevo la cabeza y buscó saciarse de ella, pero también otras cosas; era algo indefinido que ahora le amenazaba de un modo que escapaba a su comprensión.


—Pedro.

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